Disney+ parecía un sueño. Los clásicos animados. Marvel y 'Star Wars'. Las películas de Pixar. Las series de dibujos y de acción real de nuestra infancia. Todo 'Los Simpsons'. Contenido original. Por un precio bastante inferior al de Netflix, tenía pinta de que cualquiera que fuera mínimamente seguidor de las franquicias del ratón acabaría cayendo en el hechizo. Parecía de cuento de hadas. Pero como todo cuento de Disney, tiene que haber un villano. Y en Disney+ es la propia Disney.
El servicio de VOD no lleva ni un año disponible en los primeros países donde llegó primero y las malas noticias se están empezando a acumular. Primero fue la serie spin-off de 'Yo soy Simon', 'Love, Victor', que no llegará a la plataforma sino a su "hermana mayor" Hulu. El segundo es el alarmante estado del revival de 'Lizzie McGuire', con el rodaje paralizado porque no encuentran el tono. Tono que, según su protagonista, es que es "demasiado adulto" para Disney+.
Obviamente, aunque The Walt Disney Company quiera que el mayor número posible de personas se suscriban a su proyecto más ambicioso en años, su principal objetivo es que las familias entren en Disney+ y no salgan nunca. Los niños han sido, son y serán el target principal de la empresa, y quieren que Disney+ sea el canal infantil predilecto de las actuales generaciones, y de todas las que vendrán. Al fin y al cabo, son ellos los que principalmente acaban llenando sus parques temáticos, comprando sus productos y, eventualmente, acaban haciéndose adultos y pasan a transmitir su amor por Disney a sus propios niños. Pero por supuesto tienen otro target también muy lucrativo en sus pensamientos (y planes): los nostálgicos. Para pagar nunca somos "demasiado adultos".
Disney lleva en los últimos años basando gran parte de su estrategia en apelar a los recuerdos de los que ya dejamos la infancia bastante atrás: desde resucitar 'Star Wars' a hacer revisiones de todos sus clásicos de animación. Disney+ seguía ese mismo camino apostando por devolvernos todas las historias que devorábamos en el Club Disney o Disney Channel, y todas las películas que vimos decenas de veces. Hasta parecía que nos tenían en primera línea con el anuncio a lo grande que hicieron en la D23 Expo del año pasado de que volvía Lizzie McGuire, un personaje que los niños de hoy en día no conocen y que mostraría a una Lizzie treintañera, lejos ya del instituto. Es decir, trataría temas del que fue el público original de la serie original, que ya es bien adulto. Si estaba claro en ese momento, ¿por qué de pronto ya no tanto?
Resulta realmente sorprendente que, con toda la maquinaria en marcha y dos capítulos rodados, fuese en ese punto cuando se dieron cuenta de que la serie iba a tratar temas más maduros, quizás demasiado maduros para los más pequeños de la casa. Si ese no era el objetivo de traer a Lizzie de vuelta, ¿entonces qué era? Suena a grave error de cálculo para la estrategia base de una plataforma de VOD que sí tendría a la Lizzie McGuire actual como potencial suscriptora. Pero también es un error que solo ven ellos, uno que acaba resultando hasta insultante. Disney+ tiene en su catálogo series como 'Los Simpson', que tratan temas controvertidos, maduros y muy complejos para niños pequeños. Debutaron con 'The Mandalorian', una serie de 'Star Wars' con violencia, galáctica, pero violencia al fin y al cabo. Esos contenidos no parecen ser problema para los ejecutivos de la compañía. La violencia nunca es problema. Es mucho más peligroso mostrar a los chavales los obstáculos del mundo real, dónde va a parar.
Por supuesto que ninguno esperamos que el personaje de Hilary Duff fuese a protagonizar una escena de cama en su regreso como treintañera, pero una serie sobre una mujer adulta iba a tener que acercarse lo máximo posible a todo lo relacionado con el amor, el desamor, el querer a otro y a sí misma, y en eso Disney sigue dando la impresión de querer imponerse el dichoso PIN Parental antes de que las One Million Moms, HazteOír o cualquiera de esos grupos de gente anclada en el más absoluto de los pasados ponga el grito en el cielo y hagan captura (paradójicamente en su propia plataforma de streaming) de Helen Lovejoy gritando ese "¡¿es que nadie va a pensar en los niños?!". Al margen de que como sociedad nos iría mucho mejor si dejáramos de tratar a los niños como si fueran de cristal y les mostráramos todo lo bueno y todo lo malo que hay ahí fuera, que les guiáramos por las conversaciones y que habláramos con ellos de temas que bien podría tratar la nueva 'Lizzie McGuire' adaptada a lo más family friendly posible, de nuevo Disney vuelve a demostrar que tiene pavor. Miedo absoluto a ofender a gente que viene con la ofensa en el ADN y que está abocada a la extinción, que puede retrasar el avance de la sociedad, pero no lo puede frenar. Y que, no se nos olvide, acaba teniendo el poder de qué se ve o no se ve en su casa. Nadie les va a obligar a ver lo que no quieran. Pero a los demás nos quitan un contenido que llevamos años exigiendo.
No todas las familias
El clarísimo caso es el de 'Love, Victor'. Disney ha preferido mover a Hulu la serie sobre un chico adolescente gay porque asuntos como el aceptarse a sí mismo, que le acepten los de su alrededor, lidiar contra los que no le aceptan, conocer el amor y, en definitiva, ser feliz, son "demasiado adultos". En los últimos años ellos mismos se han puesto medallas por hacer bailar a LeFou con otro hombre en una milésima de segundo de 'La Bella y la Bestia', por poner a un hombre a mencionar de pasada que había ido a cenar con otro hombre en 'Avengers: Endgame', por mostrar un beso de dos extras en la última de 'Star Wars' o porque uno de los personajes de 'Onward' mencione que tiene novia en una escena. Qué osados, qué valientes, qué aliados. Por supuesto, esas migajas fueron recibidas con gritos por parte del público conservador, y con indignación por parte del colectivo LGTB. Los primeros llamaron al boicot de todo ello, obviamente no consiguieron nada. Disney se olvida que esa gente puede ser todo lo escandalosa que quiera, y quizás conseguir algún titular. Pero no van a conseguir que el mundo deje de girar, y tampoco van a lograr un boicot real de nada.
Con movimientos como el de 'Love, Victor' deberían ahorrarse las medallas de diversidad que se autoimponen porque un apoyo se demuestra con hechos, y no con microsegundos protagonizados por extras o secundarios, con tramas reales, con desarrollo. Lo que iba a hacer precisamente esta serie, vamos. Les deja totalmente retratados el sacar una serie con la capacidad de ayudar a tantas niñas y niños a entender qué les pasa, que no les pasa absolutamente nada malo y que no están solos en el mundo. Pero prefieren ahorrarse un berrinche de cuatro quejicas (que siempre podrán elegir no verlo ni ponérselo a sus hijos) antes que tirarse de una vez a la piscina y utilizar el poder, el dinero y la influencia que tienen para realmente marcar la diferencia. ¿Cuántos clientes pueden perder por poner 'Love, Victor' en Disney+? ¿Cuántos perderá a largo plazo por actuar de manera tan cobarde?
Para los ejecutivos de Disney todos somos potenciales suscriptores de su plataforma de streaming. Pero, de nuevo, algunos seguimos siendo de segunda categoría. No apostar por un contenido más "maduro" pero igualmente familiar como podría ser una 'Lizzie McGuire' realmente treintañera, o por una mayor diversidad con series como 'Love, Victor' no solo sería una oportunidad perdida, es una irresponsabilidad por parte de probablemente la empresa de entretenimiento más influyente entre niños, adolescentes y sus padres. Disney+ podría ser el lugar perfecto para abrir sus historias a otras realidades y dejar entrar a todo el mundo, un primer pasito antes de lanzar esas historias a las grandes ligas de los cines (algo en lo que, por cierto, están tardando demasiado). Una plataforma en la que uno puede elegir qué ver, que permite crear todo tipo de contenidos para generar todo el tipo de conversaciones en las familias. Pero no, por la casa de Mickey Mouse prefieren seguir ignorando a un amplio sector de su público por no enfadar a unos pocos. Pocos que, de nuevo, si prefieren seguir viviendo aislados del mundo real, apostando por ideales obsoletos y no permitiendo a sus hijos conocer la riqueza del mundo a su alrededor, pueden elegir hacerlo. Basta con no ver (o no dejar ver) esas series o películas. Pero los que más salimos perdiendo somos los que sí queremos esos contenidos y que ni siquiera vamos a tener la opción de encontrarlos. Los que creemos que todas las familias son familias. Los que sí queremos diversidad y nuevos valores en nuestras vidas. Los que queremos que los pobres niños y niñas que han tenido la mala suerte de nacer en una familia que puede que no les acepte puedan encontrar junto a sus películas favoritas títulos que hablan de ellos y que les harían sentirse menos solos, aunque tuvieran que verlo a escondidas. Nosotros tendremos que seguir buscando esas historias en otra parte. Obviamente todo estará planeado, Hulu planea su despliegue internacional en un futuro no muy lejano con ese contenido "adulto" que no encaja en Disney+. Pero Disney+ es la plataforma donde entramos todos, niños y mayores. Pero resulta que seguimos sin entrar todos. Y dice mucho de ti con quiénes te juntas, y más todavía con quiénes no.
Esta decisión también contradice un poco su interés por captarnos a los que también nos dejamos nuestro dinero en sus películas, sus parques y sus productos, y que llevamos desde pequeños haciéndolo. Por supuesto que nos encanta tener en un solo sitio todo Disney y filiales, pero si la estrategia va a ser dejar todo lo mínimamente no infantil fuera de los nuevos contenidos, ¿qué interés a largo plazo va a tener? No se han gastado tanto dinero en 20th Century Fox para forjar un catálogo que nos capte a los adultos para dejar el futuro de la plataforma (los Disney+ Originals) completamente castrado. ¿Por qué sí puede entrar la violencia y no la diversidad? ¿En qué momento la diversidad es más peligrosa que la violencia? Nadie les está pidiendo que hagan 'Mad Men'. Simplemente les pedimos a ellos, que tienen poder y dinero suficiente para hacerse oír, que hagan una plataforma familiar en la que quepan todas las familias y todas las realidades, no solo las que ya hemos visto una y mil veces en sus propias películas y series. Cientos de niños, adultos y familias están deseando darle al play aunque no lo crean. Y si no quieren ver según qué cosas, que no miren, pero que no elijan por los demás.