Gracias a ese toquecito espeluznante dentro de lo ridículamente gracioso y entrañable, 'Ghostbusters' ha ido ganando adeptos con el tiempo, especialmente porque aquel tono, entre sarcástico/ irónico que acompañase al equipo original, se ha perfilado como una cosa tremendamente difícil de replicar. De hecho, el reboot de 2016 protagonizado por Melissa McCarthy, Kristen Wiig, Kate McKinnon y Leslie Jones no quiso ni tocarlo ni acercarse.
Paul Feig apostó entonces por dejar su sello y plantear una aventura fantasmagórica muy imbuida de su visión y gusto cómico, y mucho más (por no decir completamente) dirigida a conquistar a un nuevo público que a satisfacer a los fans clasicotes. Ahora Jason Reitman hace todo lo contrario, y regresa al origen con 'Ghostbusters: El Legado', película que se construye rodeada de un increíble derroche de amor por la saga.
Protagonizada por Mckenna Grace, en la piel de Phoebe, la pequeña de una familia compuesta además por su madre Callie (Carrie Coon) y su hermano Trevor (Finn Wolfhard), esta cinta que nos traslada al pueblecito de Summerville, Oklahoma (Estados Unidos), alejándonos de las ya más que exploradas calles de Nueva York, inicia al espectador ajeno a la movida en lo que es el universo de Ghostbusters y a la vez enternece a los veteranos del viaje asegurándose de que pasen página.
Anclando su trama en un relevo generacional tremendamente bien construido, dentro del que Grace se luce especialmente, esta nueva película de la franquicia marca así un punto y aparte dejando intacto aquel arranque ochentero, y convirtiéndose en un reto superado para el ahora cineasta que se empapase bien de aquella escurridiza esencia, dando guerra por el set de rodaje cuando era un niño.
Precisamente ese curioso equilibrio entre homenaje y cierre para aquella historia planteada por el film del 84, e introducción de una nueva generación de Ghostbusters, es uno de los puntos más llamativos de la propuesta de un Reitman que bromea con eso de tener que trabajar bajo la atenta mirada de su padre, Ivan Reitman, cineasta que se pusiera tras las cámaras de la original.
El cariño es tal, tan emotivo, tan innegable, y su estructura tan inteligente, que uno no puede evitar pensar: ahora sí. Ahora sí podemos dejar ir a aquel cuarteto de colegas científicos maravillosamente encarnados por Bill Murray, Dan Aykroyd, Harold Ramis y Ernie Hudson, superar esta adicción a la nostalgia de la que parece no vamos a deshacernos nunca, y seguir trasteando con un universo que verdaderamente tiene muchas posibilidades.
También 'Ghostbusters: El Legado' se la juega apostándolo todo a Grace, y sale airosa. Su esencia de aventura familiar y el equilibrio intergeneracional funcionan muy bien, con adultos que no ocultan la mierda y jóvenes acostumbrados a crecerse en ella. De esta forma Reitman deja atrás la dinámica basada en aquella amistad entre Peter, Raymond, Egon y Winston, para asegurarse de que llama a toda la familia. Los más jóvenes y adolescentes disfrutarán como enanos con Grace, Wolfhard, Celeste O'Connor y Logan Kim; mientras que el espectador adulto no solo chapoteará en en baúl de los recuerdos, sino que no podrá evitar la carcajada limpia gracias al mencionado personaje de Coon y al encarnado por Paul Rudd.
Madre y el profesor de instituto/ sismólogo, Sr. Grooberson, abrazan el chascarrillo oscuro, construyendo una atractiva dinámica cómica en contraposición, por ejemplo, a la compartida por este científico con el personaje de Grace, cuya Phoebe no deja de hacer chistes malísimos. El entretenimiento se sostiene así muchas veces sobre una risa bien traída, y no solo en torno a esa aventura que en ocasiones peca de repetitiva en su obsesión por hacer guiños constantes a la original.
En este sentido narrativo hay que decir que 'Más allá' se toma su tiempo, pero lo hace para ir dando pasos hacia una atmósfera fantasmagórica muy acogedora. De ahí que aunque se le vaya la olla con los guiños, no sólo autoreferenciales, sino a otras películas del género, no se deje en ningún momento a los espectadores por el camino. Sí, en esa insistencia por incluir el mayor número posible de detalles directamente sacados de la original, hay ciertos momentos en los que el ritmo decae ligeramente y la sensación de déjà vu es innegable, pero los trastos terminan más que salvados de la mano de un final diseñado con el objetivo de no dejar ojo seco.
Terapia familiar ectoplasmática
Los últimos coletazos de la película son tremendamente tiernos, pero por si solos no lograrían un impacto que se va construyendo a lo largo de toda la película. El rencor del personaje de Coon va dando pasos hacia esos instantes finales, como lo hace el sentimiento de soledad de Phoebe, tan única y diferente en las manos de Grace como se requería para marcar esa necesidad de conexión identitaria que alimenta su búsqueda tanto o más como lo hace la curiosidad.
Además las moralejas están muy bien lanzadas, en un arco narrativo con evolución de cada uno de los personajes, gracias a esa terapia familiar ectoplasmática que actúa como una bomba expansiva. Dicha evolución se traza de manera tan efectiva como se siembran y se recogen giros, definidos en el guion que firma Reitman junto a Gil Kenan, transmitiendo una sensación de solidez que se tambalea solo bajo el peso de esa sombra siempre presente de la primera 'Ghostbusters'.
Pero lo cierto es que al final es muy difícil no caer en la trampa si eres fan de la película de mediados de los 80, y si no lo eres, es fácil escapar a la incesante bruma referencial. Reitman consigue completamente su objetivo: plantear un final y un principio encogiendo el corazoncito de los que siempre han estado ahí; y entretener a los palomiteros que buscan disfrutar de algo ligerito en el cine.
Nota: 7
Lo mejor: Cómo termina dejando atrás a los Ghostbusters originales. Que es una película puramente familiar.
Lo peor: Que la loca inclusión de Easter Eggs en ocasiones lastre el desarrollo de la trama.