Tom Cruise y el director Christopher McQuarrie llevan trabajando juntos 15 años, cuando este último escribió y produjo 'Valkiria'. Desde entonces, el tándem se ha vuelto inseparable. En pocos proyectos de Cruise desde 2008 no aparece McQuarrie como director, guionista o productor, y directamente en ninguno en lo que respecta a la saga 'Misión Imposible'. Primero fue el guionista fantasma de 'Misión Imposible 4: Protocolo Fantasma' (2012). Más tarde, dio el salto a la dirección en 'Misión Imposible: Nación secreta' (2015), y ya se convirtió en fijo en el resto: 'Misión Imposible: Repercusión' (2018), 'Misión Imposible: Sentencia mortal - Parte 1' (2023) y 'Misión Imposible: Sentencia mortal - Parte 2' (2024).
Todas las películas de la saga dirigidas por McQuarrie tienen algo en común: han formado parte de un proceso de aprendizaje hasta alcanzar el punto óptimo. Son el agente del FMI (Fuerza de Misiones Imposibles, no Fondo Monetario Internacional) que, con cada misión completada, hace retrospectiva de lo que ha hecho bien y mal para fomentar lo primero y corregir lo segundo, y así acercarse cada vez más a la perfección. Con 'Misión Imposible: Sentencia mortal - Parte 1', ese objetivo está prácticamente al 100%.
La saga encuentra en su séptima entrega el punto exacto de acción, el punto exacto de humor, el punto exacto de entrega de sus personajes y el punto exacto entre la nostalgia, el fanservice y la actualidad. Llegados a este punto exacto de casi todo, la sensación que nos deja 'Sentencia mortal - Parte 1' es que McQuarrie y Cruise han encontrado la llave para poder seguir haciendo películas de 'Misión Imposible' eternamente sin que pudiéramos cansarnos. Solo la edad de Tom Cruise podría impedirlo, aunque él ya ha dicho que quiere seguir haciendo películas de acción hasta los 80, como su admirado Harrison Ford...
Dos problemas resueltos y una solución mejorada
Al margen de la iconicidad, no es un secreto que la saga ha tenido que lidiar con varios aspectos mejorables a lo largo de sus 27 años de vida. Algunos se solucionaron a tiempo, otros lo hicieron en función de la película y otros seguían vigentes hasta 'Sentencia mortal - Parte 1'.
Entre los que se solucionaron a tiempo estaba el asunto del guion, desde que se optara a partir de la cuarta película por aplicar una capa de acción extrema que tapara los posibles agujeros, inverosimilidades o sobre todo aburrimientos del argumento. En 'Sentencia mortal - Parte 1', esa capa es aún más fuerte, con el beneficio extra de que aquí había menos que tapar, porque la trama es de las más sólidas de la saga.
Pero antes de hablar del argumento hagámoslo de la acción, que al final es el motivo principal por el que el espectador irá a ver 'Misión Imposible: Sentencia mortal - Parte 1'. En este sentido, seguro que estás harto de escuchar la frase "esta película es para ir a verla al cine", pero es que de verdad no se me ocurre un mejor plan para pasar dos horas y media frenéticas fresquito en pleno mes de julio.
'Misión Imposible' ha hecho de la acción y el riesgo un arte, y se exterioriza más aún en esta película, jugando magníficamente con los planos y la fotografía para hacernos sentir partícipes de la adrenalina y de la emoción o tensión de los protagonistas en cada momento. La escena de la moto por el acantilado es ya inolvidable, pero el nivel está tan alto que no destaca tanto sobre las demás como pudiéramos pensar. La persecución por Roma no tiene nada que envidiar a la que vimos en 'Fast X' este año, por no hablar de la escena del tren, magistralmente llevada a cabo por director y actores, que pasa sin discusión al top 10 de mejores momentos de la franquicia.
Impulsar la acción fue la gran solución para afrontar uno de los problemas más profundos de las películas de 'Misión Imposible', y con 'Sentencia mortal - Parte 1' dicha solución está todavía mejorada. Ahora bien, ¿cuáles son los dos otros problemas estructurales que esta película resuelve por sí misma?
Para analizar el primero de ellos, os animo a recordar una frase del segundo párrafo de esta crítica: "FMI (Fuerza de Misiones Imposibles, no Fondo Monetario Internacional)". Este chiste no es mío, sino que aparece al principio de 'Sentencia mortal - Parte 1', y sirve de entrada a la película de 'Misión Imposible' con más humor de la saga. Pero sobre todo, a la que mejor incorpora el humor. Porque si algo hemos aprendido del UCM es que cantidad no significa calidad, y que el exceso de situaciones cómicas puede romper el ritmo o incluso sacarnos por completo de la película.
'Misión Imposible', al margen de algún gag suelto, optó por añadir más humor a partir de 'Protocolo Fantasma'. El camino que optó para ello, sobre todo en 'Nación secreta', parecía ir hacia la ridiculización de alguno de sus secundarios, en este caso de Benji (Simon Pegg), una fórmula ya empleada en 'Rápidos y furiosos' con el personaje de Roman (Tyrese Gibson). Afortunadamente, en este proceso de aprendizaje continuo del que venimos hablando, en 'Sentencia mortal - Parte 1' esta idea se ha terminado de desechar por completo y el humor no se fuerza, sino que sale natural durante las escenas de acción y gracias a la capacidad de la saga de saber reírse de sí misma sin convertirse en meme.
El segundo problema estructural de la saga, corregido en algunas películas y muy presente en otras, y en el que 'Sentencia mortal - Parte 1' consigue dar una vuelta de tuerca, es en el asunto del villano. Sin un buen villano ni hay buen héroe ni hay buena película, y en algunos momentos de la saga hemos echado en falta un personaje que no causara directamente indiferencia.
Como McQuarrie todavía no lo ha terminado de encontrar, ha optado por plasmar en la cinta uno de sus mayores temores: la inteligencia artificial y el poder que esta puede llegar a albergar. Y la verdad es que funciona a la perfección: aporta un soplo de aire fresco al manido argumento de grupo o persona que quiere destruir el mundo, afronta un problema actual y sirve como crítica a las potencias mundiales y su interés por el dominio global sin importar las consecuencias.
La idea es muy interesante, pero podría haberse explotado más. McQuarrie no termina de envalentonarse y se queda aquí a medias a la hora de ahondar en la trama de la IA y en lo que es capaz de hacer, centrándose demasiado en ocasiones en las personas aliadas con la inteligencia artificial cuando lo verdaderamente importante (y original) es la propia IA en sí.
Hayley Atwell, qué bueno que viniste
Cuando hablamos de que se centra demasiado en algunos personajes que no deberían ser el eje principal, nos referimos especialmente a Gabriel (Esai Morales), cuya complicada historia con Ethan Hunt se va difuminando en importancia con el paso de la película, y de quien tenemos la sensación de que le está quitando más minutos de los necesarios a la IA... y a Pom Klementieff, que vuelve a demostrar su capacidad de hacer suyo cada papel que se le otorgue, sin importar el tiempo o la importancia que tenga.
El otro rostro nuevo de la película bien merece un párrafo aparte. Hablamos, por supuesto de Hayley Atwell, que es capaz en su debut en 'Misión Imposible' de robarle el protagonismo a Tom Cruise en cada escena. La actriz brilla con luz propia en el terreno del humor, de la acción y del suspense, es capaz de soportar por sí misma cualquier plano y nos deja con ganas de más. Es la Phoebe Waller-Bridge de 'Misión Imposible: Sentencia mortal - Parte 1'.
Por lo demás, el equipo del FMI sigue al mismo nivel excelso de 'Misión Imposible: Fallout'. Tom Cruise vuelve a darnos una lección de cómo seguir con más vitalidad a los 61 años que la mayoría a los 25, y el trío conformado por Benji, Luther (Ving Rhames) e Ilsa (Rebecca Ferguson) son los compañeros perfectos para Ethan Hunt.
Envejecer como el buen vino
Tom Cruise toma unos riesgos con 61 años que ni podría llegar a imaginar en 1996 cuando tenía 34. Su tándem con McQuarrie vive su mejor momento tras 15 años de relación. Y resulta que la película más completa de la saga es la séptima, 27 años después de la original. Para que luego digan que la edad no es solo un número.