CRÍTICA

'The Irishman': El crepúsculo de los gánsters (y de Scorsese)

Robert De Niro ofrece su mejor interpretación en años, si no décadas, reuniéndose con el director que construyó su carrera.

Por Javier Pérez Martín 13 de Noviembre 2019 | 17:41

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Martin Scorsese lleva varias semanas siendo noticia por sus polémicas declaraciones sobre Marvel. La controversia ha acabado simplificándose y reduciéndose a una cuestión de viejos contra jóvenes, tradición contra modernidad, entretenimiento contra arte. Y el caso es que Scorsese habla de todo eso, pero sobre todo habla de una industria que está cambiando. Según él, para mal. Quizá tenga algo que ver cuánto le ha costado sacar adelante 'The Irishman', una película que ninguno de los estudios de toda la vida ha querido producir. Las majors están demasiado ocupadas buscando grandes franquicias de entretenimiento como para apostar por grandes producciones de cine adulto, ese que llenaba los cines hace décadas. Curiosamente Netflix ha acabado apoyando el proyecto, convirtiendo 'The Irishman' en una gran paradoja: una plataforma de streaming acusada de estar alejando al público de las salas de cine ha producido una obra magna pensada para verse en pantalla grande.

'The Irishman'

'The Irishman' no tiene un planteamiento especialmente original, y menos en la filmografía del neoyorquino. Se mueve en el mismo universo que 'Calles peligrosas', 'Casino', 'Infiltrados' y especialmente 'Buenos muchachos', retratando el ascenso de un hombre en la mafia a lo largo de los años. Es en el alcance de su historia, y gracias a un ligero cambio de perspectiva en el relato, en lo que Scorsese y el guionista Steven Zaillian ('Pandillas de Nueva York', 'La lista de Schindler') dan un paso más allá. Es una historia de proporciones colosales, poblada por muchos personajes interpretados por un reparto fantástico en el que destaca un Joe Pesci profundísimo (pero atentos también al graciosísimo Ray Romano). Y es una película larguísima que abarca varias décadas (Robert De Niro y Pesci aparecen rejuvenecidos digitalmente en los flashbacks, una técnica que, como hemos visto también en 'Captain Marvel' y 'Blade Runner 2049', está alcanzando impensables niveles de perfección) y dura tres horas y media, algo que solo Netflix, con su política de total libertad para los creadores, sería capaz de permitir.

El guion está basado en las memorias de Frank Sheeran (De Niro), un matón que trabajó para la mafia italiana de Nueva York y tuvo una estrecha relación con el famoso sindicalista Jimmy Hoffa (Al Pacino). Es el propio Frank "The Irishman" Sheeran, envejecido e ingresado en una residencia de ancianos, el que nos cuenta el relato en clave de flashbacks. De Niro rompe la cuarta pared para explicarnos cómo pasó de ser un camionero pícaro a hacer trabajos para mafiosos italianos de la talla de Russell Bufalino (Pesci), Felix DiTullio (Bobby Cannavale) y Angelo Bruno (Harvey Keitel). Su experiencia en la II Guerra Mundial enseñó a Frank dos cualidades muy útiles con la mafia: sabe hablar italiano y puede matar a sangre fría. Pronto empieza a llevar a cabo golpes para Angelo Bruno y Russell Bufalino, que se encariña especialmente de Frank y lo convierte en su mano derecha. Van pasando los años y las familias de ambos se acercan: sus esposas se hacen amigas y "Russ" se convierte en el padrino de la hija pequeña de Frank, Peggy.

'The Irishman'

Lo que Scorsese nos ha mostrado ya tantas veces, y mejor que nadie, se repite: más allá de los ocasionales crímenes (extorsión, fraude, asesinato, lo típico) estos hombres hacen sus vidas con normalidad y llenan las neveras de comida para sus familias. Nos sabemos de sobra esta historia de gánsters, pero nunca antes se había profundizado tanto en las consecuencias de sus acciones. La clave está en esa Peggy, interpretada en su infancia por Lucy Gallina (que, como Cannavale, ha trabajado en 'Boardwalk Empire', serie de HBO que produjo Scorsese) y en su versión adulta por Anna Paquin. Peggy es distante y fría con su padre y con "el tío Russ", les tiene miedo. Durante la mayor parte de la película Scorsese nos muestra las acciones de Frank, pero a veces centra su cámara en Peggy, testigo, si no siempre ocular sí emocional, de los pecados de su padre. Su punto de vista sobrevuela la película constantemente, y el efecto catastrófico que tienen las acciones de Frank en su relación con Peggy será el centro sentimental de lo que se acaba revelando como la historia trágica de un hombre destinado a quedarse solo.

El crepúsculo de Scorsese

'The Irishman' es una película atormentada, obsesionada por el paso del tiempo. Algunos personajes se nos presentan directamente con la información de su futura muerte, recordándonos que a todos los hombres les llega su final (y si eres mafioso probablemente sea un final violento y doloroso). Scorsese nos ha contado este relato otras veces, pero esta vez lo hace con un tono crepuscular, cargado de arrepentimiento. Esa última media hora, emocionante y dolorosa, justifica la duración de una película que algunos verán a trozos en Netflix (si estás leyendo esto: no lo hagas).

'The Irishman'

Se ha criticado que el personaje de Paquin no tiene frase alguna en la película, como se hizo con el de Margot Robbie en 'Había una vez en... Hollywood'. Precisamente 'The Irishman' tiene algo en común con la película de Quentin Tarantino, así como con 'Dolor y gloria' de Pedro Almodóvar. Tres de los directores más grandes de una generación están enfrentándose este año al final del camino. Almodóvar lo afronta con una luminosa esperanza y Tarantino se refugia en el cine para cambiar el pasado. Scorsese, por su parte, es inclemente en su mirada al abismo. Como buen católico, su último recurso es pedir la extremaunción.

'The Irishman' es un canto de cisne cargado de pena, en el que De Niro, que se reúne con el director que construyó su carrera, hace su mejor interpretación en años, si no décadas: en ese último tramo, Frank es un hombre viejo, triste y desesperado, incapaz de comprender sus pecados. Que Dios le perdone, si puede.

Nota: 8

Lo mejor: La última media hora, emocionante y dolorosa

Lo peor: Su duración, aunque justificada por esa media hora, es una prueba para nosotros los de las nuevas generaciones cinéfilas