Antes de hablar de universos cinematográficos y de que las películas más taquilleras del año fueran siempre de superhéroes, los mutantes fueron los primeros de Marvel en desplegar sus poderes en la gran pantalla a una escala que solo habían podido rozar Batman o Superman. 'X-Men' demostró en el año 2000 que podíamos estar ante un punto de inflexión en el cine palomitero. Y nos volvemos a encontrar en otro punto de inflexión, precisamente con los mutantes de nuevo como protagonistas. 'X-Men: Dark Phoenix' es muy probablemente su última película fuera del UCM, y sin duda la última de 20th Century Fox tal y como lo conocíamos y no como división de Disney. Un momento así tendría que haber venido acompañado por una gran despedida.
Pero por desgracia, 'Dark Phoenix' no es el gran final que los seguidores de los X-Men habríamos pedido. La película no ha tenido un camino fácil, marcado por reshoots que han afectado a todo el tercer acto de la cinta, cambios de fecha, la compra del estudio entre medias, etcétera. Y eso que tenemos detrás a Simon Kinberg, que lleva involucrado en la saga desde el principio de la misma, y que decidió que era el momento de ponerse a los mandos y dirigir una de las historias más icónicas de los cómics de X-Men. Una que ya intentaron adaptar en 'La decisión final' y que no hizo justicia ni a Jean Grey ni a lo que habían logrado en la franquicia. Esta vez decidieron reducir el enfoque de la película y centrarlo realmente en la mutante telequinética y en su propia lucha interna. Algo lógico teniendo en cuenta el cariz de la historia.
La cinta empieza con una misión en la que Jean sufre un accidente y vuelve cambiada, inestable. Charles Xavier sigue a su lado, como siempre lo ha estado, pero Mística regresa del viaje preocupada. A partir de aquí empieza un camino que llevará a Jean a sus peores momentos, a buscar ayuda en lugares inesperados, y a extrañas asociaciones que ponen en peligro a los X-Men, y a todos los mutantes. 'Dark Phoenix' está plagada de buenas ideas y de caminos muy interesantes para unos personajes que aceptan grandes dosis de complejidad por mucho que sus películas sean sobre todo vehículos para el entretenimiento. Aunque suele ser muy interesante ver a gran escala cómo la inclusión de los mutantes afectan a la sociedad, es genial pararnos y estudiar un poco más de cerca cómo lidian con sus poderes, o cómo, en el caso de Xavier, sus buenas intenciones pueden oscilar al narcisismo y pasar de ser el mentor perfecto a vivir desconectado de la verdadera realidad de sus alumnos, e incluso a jugar con cosas con las que no debería jugar. El personaje de Sophie Turner es el más beneficiado por esta cercanía, y nos ayuda a entender mucho mejor su situación como "Fénix" en esos primeros momentos, las consecuencias de reprimir recuerdos o emociones que pueden descontrolar a una persona por completo. Hay una escena al principio que involucra un bolígrafo que es una de las más especiales de la saga, y que deja patente que tenían buenas ideas que contar en esta cinta.
Pero es una pena que, pasados estos primeros momentos, la película pierda fuelle y no consiga remontar el vuelo en ningún momento. El resto del tiempo el ritmo se vuelve demasiado monótono y por muchas cosas importantes que pasen (que pasan), no consigue volver a atrapar. Todo se vuelve muy convencional, y ni siquiera las escenas de acción son capaces de despertar a 'Dark Phoenix' del letargo. De hecho, solo el inicio tiene una escena de acción medianamente tensa, la única en la que deja a los otros mutantes del equipo momento para brillar. Y es una pena, porque Alexandra Shipp o Tye Sheridan son interesantes herederos de papeles tan icónicos como los de Tormenta o Cíclope, y salvo estos momentos iniciales, vuelven a no ser más que secundarios utilizados solo cuando es necesario su poder de alguna manera. Ni siquiera dan al Quicksilver de Evan Peters una escena de lucimiento a la altura de las anteriores.
Ni siquiera Sophie Turner llega a darle el empaque necesario a Jean Grey para que nos involucremos en su historia, y eso que es de agradecer que, por fin, la franquicia ponga en primera línea a una mujer y no vuelva a centrarse demasiado en la amienemistad de Magneto y Xavier. La hemos visto crecer y mejorar en 'Juego de Tronos' y sabemos que puede dar mucho más de sí de lo que nos da en esta película como protagonista. Tampoco los veteranos llegan a tener ningún momento llamativo, salvo los iniciales del Xavier de James McAvoy con Jean. Toda la historia del Magneto de Michael Fassbender es confusa y él acaba realmente desdibujado, cuando su evolución en estas cuatro películas ha sido de lo más interesante de esta segunda vida de la saga. Desgraciadamente, todo 'Dark Phoenix' acaba sonando a un trámite, a una película que tenían que hacer por contrato, pero ninguno de ellos está realmente interesado en hacerlo al nivel que requiere este arco argumental. Ni siquiera la inclusión de Jessica Chastain está a la altura. Una actriz como ella podría haber bordado cualquier personaje que le hubieran dado, pero han preferido desperdiciarlo con una villana sin carisma que cuenta con muy poco tiempo en pantalla y que llega igual que se va, sin despertar nada en el espectador.
Bomba de humo
Es el mayor problema al que se enfrenta la película de Simon Kinberg: la apatía. 'Dark Phoenix' es la cara opuesta de 'X-Men: Apocalipsis', la anterior entrega de la franquicia. Si aquella no llegó a convencer por exceso (demasiadas tramas, un Oscar Isaac pasado de vueltas...), esta se queda corta en todos los ámbitos. Al menos la anterior tenía ambición. Y unos personajes con el potencial de los mutantes no se merecen esto, y menos en "el final de la saga". Incluso 'La decisión final', con todo lo que nos enfadó en su día, parecía estar más convencida en querer contarnos algo de lo que está 'Dark Phoenix'. Sin duda, prefiero que un blockbuster se pase a que se quede corto. Y 'Dark Phoenix' se queda corta en casi todos los aspectos. Ningún actor llega a estar al 100%, los efectos especiales están correctos en general, pero no son llamativos, las escenas de acción no son memorables, son simplemente funcionales, la banda sonora de Hans Zimmer no está mal, pero no es recordable. Si fuera un capítulo más de la franquicia, podríamos tratarlo como tal y esperar al siguiente. Pero como todo apunta a que los mutantes tal y como los conocemos se van a despedir con esta entrega, es como si se fueran haciendo una bomba de humo. Y sin duda merecían haberse ido con un bang. Quizás no encontraron una voz como la de James Mangold en 'Logan' que supo reducir la saga a un personaje (Lobezno en ese caso, Jean en este) y encontrar la manera de contar su historia y hacerle justicia. Sin duda, después de esta, todavía tendremos que ver si a la tercera va la vencida para contar la historia de Fénix oscura como se merece.
Estoy seguro de que volveremos a ver a los X-Men, aunque ahora será integrados en un plan mayor y compartiendo pantalla con muchos otros héroes y villanos, con sus ventajas y sus inconvenientes. Y estoy seguro de que Kevin Feige tiene grandes planes para ellos. Pero he sido un gran fan de esta saga y de lo que supusieron los mutantes para todos esos niños que nos sentíamos diferentes o que no encajábamos. La franquicia nos ha dado muchas alegrías, y esta segunda línea que empezó con 'Primera generación' parecía ser todo lo que habíamos soñado para estos personajes. Pero las circunstancias han hecho que los mutantes se vayan de los cines por la puerta de atrás. Quedémonos con el camino, con los grandes personajes que nos ha dado y recordando que ellos han sido un pilar base de lo que es el cine evento actual. Aunque esta no sea su mejor despedida.
Nota: 5
Lo mejor: El intentar centrarse más en Jean y su relación con sus poderes, y que Sophie Turner haya intentado aprovecharlo. Los momentos iniciales.
Lo peor: Que tanto la historia como la dirección y los actores estén en piloto automático.