El secreto del éxito internacional de 'La casa de papel' está en la fusión de estilos de su premisa. Álex Pina supo aunar la típica historia de atracos, hija bastarda de Quentin Tarantino y Guy Ritchie, con un ADN absolutamente español. Su guion se podría haber escrito en Hollywood si no fuera porque en sus nuevos capítulos se puede ver un toro, hay homenajes a clásicos literarios nuestros como el Quijote y 'Platero y yo' y suena en algún momento 'Suspiros de España'. Es una serie totalmente comprensible para un espectador en cualquier parte del mundo y a la vez tiene un toque exótico para los de fuera. Encima de eso échale un ritmo endiablado, muchos giros de guion y un puñado de personajes excesivos, y ya tienes la fórmula perfecta para enganchar a cualquiera a un maratón en Netflix.
Todo ello sigue estando en la Parte 4 de 'La casa de papel', que llega a la plataforma el próximo 3 de abril. Más que una nueva temporada, podríamos decir que es la segunda mitad de la segunda temporada. La historia continúa donde acabó la Parte 3, en pleno atraco al Banco de España y con la Resistencia en una situación extrema (aunque esto da igual cuándo lo leas): Nairobi está al borde de la muerte tras recibir un disparo a traición por la policía, y el Profesor cree que Raquel Murillo, alias Lisboa, está muerta (en realidad está arrestada por la policía). Mientras tanto, la banda ha parado un intento de las autoridades de entrar al Banco de España lanzando un misil contra un tanque. Fue un cliffhanger explosivo (literalmente) al que le sigue una tanda de episodios en el mismo estilo: 'La casa de papel' vuelve muy convulsa y extrema, pero también vuelve cometiendo algunos errores del pasado.
Aunque no podemos entrar en detalles (Netflix quiere que guardemos las nuevas tramas en maletín bajo llave, como los secretos de Estado que tiene la Resistencia en su poder), podemos avanzar que esta nueva etapa del atraco estará caracterizada por el caos, tanto dentro del Banco como fuera. El Profesor está, quizá por primera vez en toda la serie, derrotado y verdaderamente alejado de su propio plan. Su huida de la policía mientras lidia con la (supuesta) pérdida de su compañera y amante hará que su control de la situación salga por los aires. Y como vimos en el atraco a la Casa de Moneda y Timbre, su ausencia trae consigo la anarquía entre los miembros de la banda que están dentro de la operación.
Es aquí donde entran las personalidades volátiles de todos los atracadores, un recurso que los guionistas utilizan con demasiada facilidad para impulsar las tramas y poner a los personajes al límite. En esto la reina es Tokio, probablemente el personaje más imprevisible y con menos tendencia a la verosimilitud. En ese sentido, el personaje interpretado por Úrsula Corberó es un comodín que los guionistas, encabezados por Pina y Javier Gómez Santander, vuelven a sacar, como siempre que necesitan remover un poco la partida. A veces hay un cierto regusto a déjà vu, si no en lo que ocurre, sí en la estructura que tiene esta segunda mitad del atraco, y que recuerda en algunos giros a la Parte 2.
Otro vicio de Pina y su equipo de guionistas está quizá más presente que nunca en esta nueva tanda de episodios: la masculinidad tóxica. 'La casa de papel' siempre se ha paseado por encima de la fina línea que separa la exposición de la exaltación, especialmente en lo que al machismo se refiere. En la Parte 4 sigue habiendo abuso de mujeres, cosificación, micromachismos y en general una falta de mirada femenina incluso cuando las mujeres de la historia pretenden soltar proclamas feministas, que por lo general están colgadas con pinzas y no quieren decir nada. La parte más incómoda de la serie en este sentido está de nuevo en Tokio, cuya hipersexualización recuerda tanto a las heroínas de acción de décadas pasadas que no cuesta imaginarla vestida con un top de cuero que le ensalzara el pecho. Por otro lado, 'La casa de papel' está llena de personajes femeninos muy distintos entre sí, aunque por lo general ellas son las que más sufren en todo momento. El debate está presente desde los primeros episodios de la serie y no parece ser un obstáculo para que gran parte del público la disfrute sin llegar ni a planteárselo.
En el reparto no hay muchas novedades. El gran misterio es el personaje de Belén Cuesta, la actriz más ocupada de España que acaba de ganar su primer Goya. Cuesta sorprendió apareciendo como rehén del Banco en un par de planos al final de la Parte 3, y su presencia es una de las grandes incógnitas de esta nueva tanda de episodios (y hasta ahí puedo leer). Najwa Nimri sigue siendo la que mejor se lo pasa en este registro, construyendo una villana de cómic y de blockbuster estadounidense y a la vez humanizándose en algunos momentos más vulnerables; Alicia Sierra es la gran baza de esta etapa de la serie que empezó en la Parte 3.
Ases en la manga
Pero si algo tiene 'La casa de papel' es que acaba compensando cualquier queja. Giros cuestionables, personajes irracionales y tramas de relleno acaban importando poco cuando ese equipo compuesto por los directores (Jesús Colmenar, Javier Quintas, Koldo Serra y Álex Rodrigo) y sobre todo Migue Amodeo, el director de fotografía y diseñador visual al que 'La casa de papel' y también 'Vis a vis' tanto le deben, hacen su magia: ahí es cuando la serie se convierte en un espectáculo de acción que muchas de las producciones estadounidenses soñarían ser.
Y en el guion no todo son quejas. Álex Pina y su equipo, que aunque se tomen rodeos y atajos saben muy bien dónde van, tienen algunos magníficos ases en la manga que van revelando a lo largo de estos episodios. Hay un villano delicioso que parece salido de un clásico de acción a lo 'Depredador', y un giro a mitad de la temporada que me arrancó un grito, una carcajada y un aplauso. Está claro que 'La casa de papel' va a ser toda una vacuna para el aburrimiento en esta cuarentena, ya que para el coronavirus no parece que vaya a llegar pronto.