¡Cuidado SPOILERS!
*A continuación se revelan detalles importantes de la trama de 'Descendientes 3'.
Más de dos meses después de su estreno en Estados Unidos, Disney Channel ya ha estrenado en España 'Descendientes 3'. Con ella, se cierra la trilogía dirigida por Kenny Ortega (saga 'High School Musical') que en 2015 empezó a responder a la pregunta de: ¿qué ocurre tras ese "vivieron felices" con aquellos que no "comieron perdices"? Este capítulo final ha generado más expectación que de costumbre por suponer uno de los últimos trabajos del recientemente fallecido Cameron Boyce. Sin embargo, más allá de ser un emotivo homenaje al joven intérprete del hijo de Cruella de Vil, la película ha sorprendido en la base de la historia con un mensaje político confirmado por su propia protagonista, indirectamente con un retuit y directamente con esta publicación:
you're not wrong https://t.co/4f1aa5OXBF
? Dove Cameron (@DoveCameron) 3 de agosto de 2019
"No te equivocas"
Al haber sido realizada en plena era Trump, 'Descendientes 3' levanta una clarísima voz en contra de las medidas represivas del presidente de los Estados Unidos en cuanto a la política exterior (y que bien podrían aplicarse para muchos otros territorios). La violencia y control de las férreas barreras entre territorios y la ciudadanía de gente extranjera en un territorio mucho mejor que aquel en el que les ha tocado nacer son algunos de estos aspectos actuales que ya estaban en las dos anteriores entregas pero que en esta pasan a primer plano. Esta atrevida decisión no ha sentado nada bien a algunos espectadores, reprendidos por la propia Dove Cameron:
i mean...sounds like a recipe to create under-informed, sheltered & under-opinionated adults? it's not forcing politics on kids, it's about creating relevant commentary for young people to start exploring. they won't be children forever. this is the time to start discussing this. https://t.co/isWHDwr5Cu
? Dove Cameron (@DoveCameron) 4 de agosto de 2019
"Qué risa, va sobre villanos... no hay diferencia entonces con meter a los criminales en prisión. Creo que se debería dejar la política para los adultos y no para los niños"
"Es decir ... ¿suena como la receta para crear adultos poco informados, protegidos y sin opiniones propias? No está forzando la política sobre los niños, se trata de crear discusiones relevantes para que los jóvenes comiencen a interesarse. No serán niños para siempre. Este es el momento de comenzar a debatir sobre esto"
'Descendientes' puso el foco por primera vez en los hijos de los icónicos villanos de Disney para lanzarnos la pregunta de si nacer donde naces determina lo que eres. Como una excepción, su final redimía a cuatro de estos supuestos villanos ya como héroes típicos de Disney. Pero ahí seguía la Isla de los Perdidos, el lugar protegido con una barrera mágica donde se desterró a todos los villanos que conocemos (la bruja malvada, Yafar...), y con ellos a su descendencia. Al explorarla con mayor profundidad en 'Descendientes 2', la secuela hacía mucho más palpables las desigualdades de las clases sociales dando voz a esa vida en represión donde sí, los niños parecen estar acomodados, pero básicamente porque es lo único que han conocido. En estas dos entregas, los malos eran estos villanos (Maléfica en la primera y la hija de Úrsula en la segunda), por lo que el bien y el mal seguían estando territorialmente definidos.
Esta distinción del bien y el mal en base a un límite territorial empieza a flaquear con la primera canción de 'Descendientes 3'. "Good to be bad" ("Bueno ser malo") plantea el arranque de la película con el (tan temido por algunos sectores) efecto llamada: los cuatro villanos ya asentados en Auradon saben que "todo el mundo quiere ser como nosotros" y deciden ayudar a sus compatriotas... con un solo día al año donde solo cuatro niños podrán tener un período de prueba. Esto se puede leer fácilmente como una buena oportunidad, hasta que te das cuenta de que has naturalizado el hecho de que dos dulces gemelos estén recluidos en un mundo de alcantarillas por ser hijos del sirviente del capitán Garfio. De esta manera, la villanía de estos niños se da casi por sentada, al igual que la de los inmigrantes que llegan a Estados Unidos y tienen que superar en la misma línea un férreo test ideológico que determine si son potenciales terroristas. Los niños y los inmigrantes: culpables hasta que se demuestre lo contrario. Solo es bueno ser malo cuando ya eres bueno.
La comodidad del cuento americano puesta en jaque
En la tercera entrega, los cuatro protagonistas están ya más que integrados a pesar de quiénes son sus padres, e incluso entre los propios actores principales encontramos ascendencias hispanas, chinas y coreanas; por ello, es reseñable y paradójico que manteniendo la barrera de la película y la que quiere poner Donald Trump en EEUU, ni los personajes ni sus intérpretes podrían haber llegado donde están. Esto nos lleva a plantearnos en el film (y en nuestra realidad) a quién consideramos bueno y malo, quién es compatriota y quién es extranjero. ¿Quién ha puesto esos límites?
Atrevernos a responder esta pregunta como lo hace la trama implica reconocer que esta distinción más que territorial puede ser moral, como consecuencia de que siempre nos han contado el cuento así (tanto los de Disney como los de las noticias y los medios). La valentía de la película está en reflejar ese otro punto de vista más allá del sueño mágico/americano, como el que vemos en la Isla de los Perdidos donde los niños no están acostumbrados a comer nada "que no tenga moscas y suciedad" debido a su lugar de nacimiento.
Lejos de quedarse en este (sorprendentemente profundo) análisis social, la película dinamita estas buenas intenciones y revela la naturaleza auténtica de sus protagonistas (y del ser humano) ante un incidente que amenaza nuestra seguridad: tras el intento de fuga de Hades, la propia Mal (Dove Cameron) se estrena como reina cerrando "para siempre" la barrera con la isla, por "seguridad. O quizás por paz interior para todo el mundo en Auradon". Su suegro, Bestia, apoya este fortalecimiento de las barreras "para asegurarse que no entre ni uno más".
Si cambiamos al dios del inframundo por un yihadista, salen solos los paralelismos de esta drástica decisión con el ansiado veto migratorio de Donald Trump hacia los musulmanes debido a la creciente ola de atentados. Evidentemente, la película recuerda que "cada vez que abrimos la barrera nos exponemos al peligro". Sin embargo, ¿es esta suficiente razón para impedir a otros niños vivir "este sueño" defendido en el film por Sofia Carson de tener una vida mejor en un país de fantasía que puede ser Auradon, Estados Unidos o España? Además, no se trata solo de darle una oportunidad a quien lo necesita, sea un inmigrante o la hija de la villana de 'La Sirenita'. Seguramente, ambos se necesitan para enriquecerse y apoyarse como iguales que pueden llegar a ser a pesar de sus diferencias. De esta manera, pueden construir un mejor país o derrotar a un ejército de caballeros embrujados.
Cualquier princesa y ciudadano puede ser el villano
Así, el incidente con Hades sí que sirve para revelar al villano del film, que no es uno sino dos; y no son villanos, sino villanas. Hay que darle las gracias a la publicidad de Disney por no haber desvelado que una de ellas es la hija de Cenicienta, Audrey, quien se sigue viendo con la razón por querer "lo que merezco" y saber "a quién culpar". Paradójicamente, para enfrentarse a esta hija que debería ser buena, los protagonistas cuentan con hijos que deberían ser malos, como los de Úrsula y Garfio.
Con esta inversión de papeles, se pone en jaque una vez más esa distinción entre bueno y malo, y si ello está definido por dónde han nacido o por sus acciones que, en esta película, contradicen a su supuesta naturaleza. Sin embargo, a todo el mundo le cuesta creerlo, ya que cuando desaparece el cetro de Maléfica, nadie piensa que haya sido Audrey, y todos se platean que o ella está hechizada o ha sido Uma, la hija de Úrsula... que acaba siendo la heroína. Como avanza el trailer, todos tratan de averiguar "qué villano ha hecho esto", porque tienen que haber sido ellos, sin ni siquiera plantearse que la princesa pueda ser la responsable. Lo malo siempre tiene que venir de fuera.
Sin embargo, esta villana no es el fin en sí mismo de la historia, sino el medio para revelar a la auténtica antagonista del film: Mal. Audrey es solo un macguffin para unir a los hijos de los villanos y que tanto estos como los protagonistas se den cuenta de que su mejor amiga ha caído en la tiranía de mentirles a todos ellos y prometerles concienzudamente una falacia por ser "la única manera de garantizar la seguridad". El personaje de Dove Cameron se considera a sí misma "buena persona" a pesar de negar rotundamente a otros niños la misma oportunidad que cambió su vida en la primera película e incluso haber creado a la otra villana. Audrey se pregunta en su canción individual "dónde está mi final feliz", es lo único que necesitaba, mientras que Mal sí que goza de "mi érase una vez".
Autocrítica y redención
Este es el gran acierto de la película: para remarcar esa revisión de las barreras entre la población, no basta con salvar a los otros, sino que también hay que reconocer la propia culpa. El conflicto principal del film es un duelo interno y un aviso de a dónde nos puede llevar la obsesión (Audrey) y el miedo (Mal) en nuestras relaciones sociales a pequeña y gran escala, cuando disfrazamos de comodidad y supuesta protección nuestro egoísmo. Muchas veces no se trata de odiar al otro, sino también de querernos demasiado a nosotros mismos y la (privilegiada) situación que tenemos, como ser la reina de un mundo mágico o tener un seguro médico. Así, no se trata de que ellas o nosotros seamos los malos; simplemente, no somos lo suficientemente valientes de abrazar el lado bueno.
En esta línea, la película no demoniza a sus villanas, sino que invita tanto a sus personajes como a los espectadores a la auto-reflexión, y avisa de que cualquier ciudadano o hijo de quien sea nacido donde sea puede convertirse en el villano para alguien por el mero hecho de cerrar los ojos a una realidad que va a seguir existiendo aunque no le prestes atención. Este mensaje sobre el mal en todos nosotros y las barreras más morales que físicas que establecemos no apunta, en el mensaje anti-Trump, a que los ciudadanos americanos sean unos villanos de por sí; más bien, recuerda que pueden llegar a serlo por su comodidad y el sentirse amenazados, que es lo que les lleva a votar a aquellos que quieren construir barreras (no mágicas) en lugar de puentes como el del final del film.
Por muy chocante que suene, la supuesta protagonista del film se confirma como la auténtica villana cuando, tras derrotar al personaje de Sarah Jeffery, la película sigue y aún queda el principal conflicto por solucionar. Aquí es cuando el film se libera del todo de esa trama más arquetípica pero necesaria de un villano al que derrotar y se atreve a no vivir del cuento y de un malo más. Tras cerrar la trama de Audrey, toca hacer lo propio con la medida "protectora" de la barrera con la Isla. Igual que no se condena a la hija de Cenicienta, Mal también tiene su propia redención, reconociendo que "estaba equivocada. He aprendido que no puedes vivir con miedo porque realmente no te protege de nada. Todos nosotros somos capaces del bien y el mal sin importar de qué lado de la barrera vengamos". Auradon o la Isla de los perdidos, Estados Unidos o México, España o África... sea cuál sea la barrera (territorial o moral) que haya, los protagonistas de 'Descendientes 3' animan con su última canción a renunciar al miedo y el egoísmo que seguro encontraremos dentro de nosotros y de nuestros líderes políticos, y "echarlas abajo".