Cuando en mayo de 2017 Netflix comunicó que iba a desarrollar una serie sobre The Witcher, fuimos muchos los fans que abrimos la botella de hidromiel y brindamos. Hoy, que finalmente la tenemos entre manos, es imposible no comparar la realidad con lo que podría haber sido. A pesar de sus logros, la franquicia que se echa a los hombros supone una herencia importante y desprenderse de ella es una tarea titánica.
La primera secuencia (que ya vimos en los tráilers) nos muestra uno de los grandes encantos de la serie: sus escenas de acción. Geralt (Henry Cavill) se mueve increíblemente bien, extrapolando a la perfección el estilo de combate de los brujos de la Escuela del Lobo a la pantalla. Tras derrotar a su enemigo, le vemos llegar a la ciudad más cercana (Blaviken) para intentar cobrar una recompensa por sus servicios.
Y es que, ante todo, 'The Witcher' es una serie sobre pequeñas aventuras ambientadas en un mundo de fantasía. Salvar a un mago con motivos inciertos, asistir al banquete de una poderosa reina, acabar con un monstruo salvaje sediento de sangre... No es hasta cierto punto de la trama cuando todo empieza a coger un tono de mayor gravedad, y es a partir de ese mismo momento cuando se empiezan a notar más las costuras.
'The Witcher' vs. 'Game of Thrones', round 1
La comparación con 'Game of Thrones' es, por desgracia, inevitable. Aunque al principio no es tan acusada, en el momento en el que la trama principal empieza a coger forma (que involucra a Ciri y Geralt, como no podía ser de otra forma) es cuando la fácil analogía se torna más palpable. Por supuesto, no sería justo comparar una serie ya finalizada (y no exenta de polémica) como 'Game of Thrones' con la primera temporada de una serie, pero incluso los primeros compases de la ficción de HBO se sentía más arriesgada, más pionera y atractiva en la construcción de su universo y de los seres que la habitan.
Cuando 'The Witcher' más brilla es, sin duda, cuando sus personajes se dedican simplemente a viajar de un lado a otro y realizar pequeñas tareas. Es imposible no sonreír en las numerosas secuencias entre Geralt y el ¿célebre? bardo Jaskier (Joey Batey). La dinámica entre los dos es tremendamente disfrutable, y suma un toque de calor humano muy interesante que además le sirve como elemento sobre el que construir cierta narrativa.
En este sentido, es necesario destacar una vez más el notable trabajo de Henry Cavill. Ya en 2018, el actor británico comentó en una entrevista que le encantaría ponerse en los zapatos del Lobo Blanco. No solo había rejugado los videojuegos (en concreto su entrega más popular, el tercero) sino que además no se cansaba de recomendar los libros. Esto le ganó el cariño de muchos fans antes incluso de que le vieran en pantalla.
No es la primera vez que Cavill reconoce abiertamente su faceta más gamer. Es bastante conocida la anécdota según la cual no contestó a la primera confirmación de su rol como Superman porque estaba jugando al World of Warcraft. Por si eso fuese poco, también se ha declarado fan de juegos como Skyrim, Fallout e incluso Overwatch, a pesar de que su empeño en usar al personaje de Symmetra le genere cierto rechazo según a quién le preguntes.
Respecto al resto del equipo actoral, destacan especialmente Freya Allan (Ciri), Anya Chalotra (Yennefer), Jodhi May (la reina Calanthe), Royce Pierreson (Istredd) o Lars Mikkelsen como Stregobor. La trama que involucra a la maga de Vengerberg resulta especialmente interesante. Los fans tendrán la oportunidad de humanizar a uno de sus personajes favoritos, lo que aporta un prisma diferente al de la poderosa, fría y calculadora hechicera que ya conocemos.
Formalmente, la serie cumple aunque sin excesos. A pesar del éxito conseguido a la hora de filmar las (puntuales) batallas, hubiera sido de agradecer una apuesta más firme a la hora de crear una personalidad visual propia que la diferencie del resto de catálogo disponible en Netflix. Otro punto en su contra es el uso abundante del croma, más ahora que Baby Yoda en 'The Mandalorian' ha devuelto el amor del público por el toque artesanal de las marionetas.
En este sentido, la labor de la creadora de la serie, Lauren Schmidt Hissrich, resulta algo provista de personalidad e ingenio. En su trayectoria vemos series clásicas como 'El ala oeste de la Casa Blanca' o 'Justice'. Más recientemente ha participado en 'Daredevil', 'The Defenders' y 'The Umbrella Academy'. En 'The Witcher' era la primera ocasión que asumía labores de showrunner, y aunque el resultado no es malo se echa en falta mayor carisma detrás de las cámaras, especialmente teniendo en cuenta la increíble oferta que existe entre las series de televisión.
¿Libros, juegos o serie?
A pesar de sus puntos en contra, la ficción de Netflix cumple a la hora de contentar a los fans. Quizá satisfaga especialmente a los lectores de las novelas de Sapkowski, ya que las principales ideas brotan de ahí. Respecto a los videojuegos del estudio polaco CD Projekt, es evidente que la propuesta narrativa de la serie es distinta a la del juego.
No sería justo, eso sí, establecer cuál es mejor en su ámbito. Si bien, y esto es innegable, fueron los juegos los que consiguieron popularizar la franquicia, es en los libros donde encontramos las verdaderas lecciones en materia de construcción de mundos y desarrollo de los personajes. Los juegos, especialmente su tercera entrega, fueron recibidos con gran aclamo popular y crítico. Hoy día 'The Witcher 3: Wild Hunt' es tenido como uno de los mejores juegos de rol de la década, y uno de los espejos en los que mirarse de cualquier videojuego de mundo abierto.
En este sentido, la serie no ha sabido (de momento) reivindicarse como entidad propia. A día de hoy, es difícil imaginar a los que no sean ya fan de la franquicia adorándola y reivindicándola. De cara a sus siguientes temporadas (la segunda ya se encuentra confirmada), sería muy recomendable observar cuáles son sus puntos fuertes y cuáles los más débiles para corregir su rumbo y poner en el lugar que corresponde el nombre de una de las sagas de fantasía más importante de los últimos años.
Nota: 6
Lo mejor: Las secuencias de peleas, increíblemente bien coreografiadas y atractivas. La notable interpretación de Henry Cavill.
Lo peor: La inevitable comparación con 'Game of Thrones' no la deja en buen lugar. Falta de personalidad propia.