La adolescencia y el cine siguen enamorados. Si seguimos con la metáfora romántica diremos que el celestino de la relación fue el indie. Ningún otro género se ha empeñado con mayor constancia en tratar de transmitir las sensaciones de una etapa tan excesiva y compleja, tan fugaz como clave. Cuando acierta, lágrimas y aplausos, todos nos podemos ver reflejados, en mayor o menor medida, en sus historias. Cuando falla, manos a la cabeza, "ese no soy yo", "¿por qué todo el mundo parece tan estúpido?" ¿Lo éramos? Probablemente.
Es lo que tiene mirarse en los espejos y descubrir la realidad. 'Yo, él y Raquel', último ejemplo, se ha convertido en el fenómeno de Sundance y anda coleccionando premios del público en cada uno de los festivales por los que aparece. No es la primera, ni será la última, pero sí que es una de las representantes del género más notables de los últimos años, justa compañera de otros siete trabajos que conformen una lista de películas etiquetadas de comedia adolescente indie pero que podrían llamarse, sencillamente, películas sobre ti y sobre mí.
1'Submarine': Última fila
Influenciada, más que por Godard y Truffaut, por el espíritu de Wes Anderson pero disminuyendo la dosis de extravagancia y aumentando sus aspectos más nostálgicos, 'Submarine', adaptación dirigida por Richard Ayoade de la novela de Joe Dunthorne presenta a un antihéroe protagonista antológico, Oliver Tate, un beatle en miniatura que lo mismo se convierte en Romeo primerizo, tan ridículo como encantador, que en un Don Quijote particular que luchará contra los molinos que ponen en peligro el matrimonio de sus padres.
Dos vertientes narrativas que, sin embargo, no funcionan con la misma calidad. La trama familiar abusa en exceso del humor más surrealista y paródico, alejando al relato de sus puntos fuertes, es decir, la maravillosa historia de amor primeriza entre Oliver, magnífico Craig Roberts, y Sally, no menos estupenda Yasmin Paige. Sus escenas juntos desprenden tal cantidad de encanto y química que uno desearía que los noventa minutos de metraje se centraran en sus gestos y miradas, silencios y diálogos, encuentros y desencuentros. En esos tramos, 'Submarine' se rinde a sus personajes intentando equilibrar, con imágenes, los sentimientos de dos personas que, a base de inventarse sus propios universos, terminan creando uno común.
Estamos ante uno de esos trabajos que muchos tildarán de estético y pretencioso, ejercicio hipster sin mayor virtud que la de hacer babear a los gafapastas enamorados de la familia de los Tenembaus. Lástima que pierdan la oportunidad de descubrir una película muy especial. Sensibilidad pop y melancolía british que redondean las magistrales canciones escritas por Alex Turner, líder de los imprescindibles Artic Monkeys, las cuales se funden con las imágenes para crear escenas antológicas, de esas que uno intenta revisitar cada cierto tiempo para comprobar que la magia no se ha evaporado.
Después de todo, 'Submarine' viene a ser ese chico extraño y solitario que habitaba las últimas filas de clase y que, un día, descubres escuchando la misma música que tú, charlando de los temas que te interesan, enamorándose de las mismas cosas. Entonces te das cuenta de lo mucho que debe costar construir un mundo propio y, aún más, transportar a alguien hasta allí sin miedo a perder el equilibrio.
2'Adventureland: Un verano memorable': Ojos azules pálidos
El verano es La Estación de la adolescencia. La mayoría de recuerdos y vivencias que marcaron esta etapa de nuestra vida se encuentran resumidas en esos meses en los que las tardes nunca terminan. Haced un ejercicio de memoria. ¿Veis? Pues eso. 'Adventureland', nombre del parque de atracciones en el que transcurre esta historia de geniales perdedores, volvía a explicar, al igual que han hecho centenares de películas hasta la fecha, que un verano puede cambiarte la vida. Los fantásticos Jesse Eisenberg y Kristen Stewart, se enamoraban en medio de las atracciones, el calor y las búsquedas personales con banda sonora de Lou Reed, entregando dos personajes capaces de resumir, en los brillantes diálogos firmados y dirigidos por Greg Mottola, la esencia del romance, de la confusión, los estereotipos, las dudas existenciales y la melancolía adolescente. Una película incomprendida en su estreno por el gran público y aplaudida de manera casi unánime por la crítica que, en 2015, continúa manteniendo intacto su encanto contagioso. Desde el verano hasta la lluvia de otoño, 'Adventureland', marca un camino ejemplar que se despide con un inicio. Las etapas de la adolescencia, ya se sabe, no dejan de comenzar.
3'Amor y letras': Puertas abiertas
El adulto que no deja de ser adolescente y la adolescente que aparenta ser más que una adulta. 'Amor y letras', segunda película como director y guionista de Josh Radnor, muy superior a su debut con la convencional, en el peor sentido de la palabra, 'Happythankyoumoreplease'. Radnor superó el listón con una película mucho más divertida y equilibrada, con las dosis justas de ternura y simpatía.
Entre sus defectos continúan presentes sus coqueteos con la cursilería más tópica de la última comedia romántica estadounidense y que corre el riesgo de tomarse en serio todos esos titulares que le venden como uno de los sucesores de Woody Allen, al que, más allá de percibir su influencia en cada línea de diálogo y personaje, rinde homenaje con un descarado plano sacado directamente de la obra maestra 'Manhattan'. Afortunadamente, en esta ocasión consigue combinar perfectamente el humor inteligente y el romanticismo más clásico.
'Amor y Letras' se convierte también en una carta de amor a la cultura, especialmente a la música y los libros, a los que reverencia en su poder de provocar sensaciones tan diferentes como la sensualidad y la discusión, en un alegato que se antoja tan inesperado como necesario. En el reparto, dos interpretaciones maravillosas, por un lado el genial Richard Jenkins, perfecto en su papel de adulto anclado en su juventud; y por otro, mención aparte, Elizabeth Olsen, capaz de llenar la pantalla con la naturalidad de las grandes actrices, las que nos enamoran y conmueven en una misma escena, que hace que la entendamos, que consigue que acabemos totalmente rendidos ante sus decisiones. Ella es lo mejor de una película que, directamente, anima a ser feliz y a perder el miedo a esa cosa tan extraña y compleja que es hacerse mayor, entrar al mundo adulto y no llegar a cerrar nunca la puerta, observar con una mezcla de condescendencia y felicidad lo que fuiste y aceptar con naturalidad lo que nunca llegarás a ser.
4'Juno - Crecer, correr y tropezar': Honestidad brutal
En los últimos años, el cine indie ha sido protagonista de una polémica tan constante como acertada sobre su honestidad. Muchos ven en el género un conjunto de tics artificiales y pomposidad artística algo pasada de rosca mientras que otro sector no desiste en su defensa de los discursos sinceros que recorren la mayoría de propuestas. Y, en este último terreno, 'Juno' brilla con especial intensidad. El guion de Diablo Cody para uno de los fenómenos cinematográficos del 2008 se las apañaba para contarnos la historia de una chica de 16 años que decide enfrentarse a su inesperado embarazo de manera sorprendente, tierna, divertida y, por encima de todo, real.
Todo lo que le ocurría a una inolvidable Ellen Page se alejaba de la demagogia, del exceso, de la lágrima fácil. No había trampa ni cartón en una película que confirmó el estatus del género en Hollywood, con un Oscar para su guion y otras tres nominaciones incluyendo Mejor Película, y que consiguió esquivar todos los lugares comunes y posibles facilidades dramáticas que le ofrecía su punto de partida.
El mérito, más allá de los evidentes, residía en la manera natural y cercana con la que podíamos conectar con sus personajes. No necesitas haber estado en esa situación, ni tener a alguien cercano que haya pasado por ella, tan solo escuchas, observas, te ríes y te emociones con una adolescente que aprendió a hacerse mayor a través del valor. Y con la verdad por delante.
5'Moonrise Kingdom - Un reino bajo la luna': Fugitivos
No hay término miedo. Pasión u odio. Amor o distancia. Besos o gritos. Felicidad o tristeza. Valor o cobardía. Admiración o indiferencia. En esta competición de balanzas y opciones, decisiones prematuras y juegos psicológicos en busca de la salida más cercana del callejón sin salida, brilla con especial intensidad el primer amor. Por lo que tiene de poético, de efímero y eterno al mismo tiempo, por la esencia que impregna de inocencia compartida a cada uno de los pasos dados a cuatro pies entre dos almas que, de recién despiertas, descubren el tiempo que habían estado durmiendo, en letargo involuntario. El cine ha intentado captar en innumerables ocasiones esas sensaciones, con mayor o menor fortuna, pero siempre apostando por el realismo y la cercanía, por la búsqueda del reflejo más certero posible entre lo que ocurre en la pantalla y los recuerdos del espectador.
Quizás por eso, por la decisión de centrar todo en el excelso romanticismo que recorre los primeros besos, se olvidan de lo surrealista del asunto, de lo terriblemente ridículo que recorre esos momentos, siempre bordeando el ridículo que rodea a las muestras de amor más universales y exageradas.
Wes Anderson, autor por encima de director, consigue combinar todos estos elementos en 'Moonrise Kingdom', película que se ve con permanente sonrisa en los labios, a veces cerca de la carcajada, otras a la emoción, pero siempre con la gozosa sensación de estar viendo algo especial, diferente, mágico. Una película que consigue lo que parecía imposible en estos tiempos donde el romanticismo vive en peligro de extinción, como es captar la sensibilidad casi poética de un primer beso, un baile a la orilla del mar o las miradas cómplices entre dos fugitivos del mundo real y, aunque ellos no lo sepan, de la infancia. Nada será igual después de ese viaje iniciático pero siempre tendrán un lugar al que regresar, ese que Wes Anderson nos ofrece a todos a través de una película excelente, tan atemporal como ese tocadiscos que pone banda sonora a los primeros recuerdos. Hasta que, de repente, nos vestimos de adolescentes.
6'Scott Pilgrim vs. los ex de la chica de sus sueños': Frenesí adolescente
La adolescencia tiene un ritmo trepidante. El director Edgar Wright lo entendió a la perfección y, en 2010, regaló una joya de culto llamada 'Scott Pilgrim contra el mundo' que se servía de la novela gráfica homónima de Bryan Lee O'Malley para captar esa sensación sin permitir un minuto de descanso. Tras unos epilépticos títulos de crédito, Wright comienza un festín visual arrollador en el que los ochenta, la sitcom, la psicodelia, el punk rock y, claro, el videojuego se dan la mano en una montaña rusa que cuenta, sencillamente, la clásica historia de chico conoce a chica. Michael Cera, estrella principal del género, lidera junto a Mary Elizabeth Winstead, una aventura en formato arcade que, tras un primer tramo algo confuso por aluvión de referentes, consigue su principal objetivo en una segunda mitad repleta de aciertos visuales, mensajes tópicos pero efectivos y comedia de altos vuelos. Probablemente, la comedia adolescente más sorprendente de los últimos años, 'Scott Pilgrim contra el mundo', consigue capturar el frenesí adolescente, catapultar la imaginación generacional hasta el infinito y sacar todo el jugo posible a la relación cine-novela gráfica. Partida ganada. El concepto de película generacional llevado al extremo. Fuegos artificiales, besos y batallas. Una locura (de) adolescente.
7'Las ventajas de ser invisible': El infinito (y más allá)
Dejar de sentirse solo, tener la capacidad de encontrar refugio cuando todo a tu alrededor parece vacío, planear una huida hacia delante sin poder dejar de lado lo que viene detrás. Esconderte en una canción, grabar un cassette con las canciones favoritas de esa persona que, en medio del infierno, se ha convertido en tu ángel de la guarda, recorrer la ciudad de madrugada dejando que el viento te golpee en la cara, saboreando cada segundo como si fuera el último. Interpretar tu musical favorito, bailar en medio de una fiesta donde la esquina de luces apagadas parecía tu destino, dejarte llevar por la sinceridad hacia un punto donde el beso y el tortazo, la victoria y la derrota, viven separados por una línea fina e invisible. Hablar de una generación sin tiempo ni lugar o, mejor dicho, con un tiempo y un lugar infinito, adaptable a cualquiera. Hablar de unos personajes y, al mismo tiempo, ser capaz de hablarle a todo tipo de espectadores. 'Las ventajas de ser un marginado', adaptación de Stephen Chbosky de su novela homónima, plantea todo esto. Y consigue mucho más.
Esquiva todas las trampas que se le ponen por delante, el tópico y lo previsible, por la absoluta devoción que siente hacia sus personajes, contando su historia con el corazón, de manera apasionada y delicada al mismo tiempo. Regala momentos preciosos para una película que nunca deja de tener presente el dolor como elemento imprescindible en el proceso de crecer y madurar. La inevitable balanza de cosas buenas y malas. Las despedidas y los reencuentros. Los primeros besos y los últimos regalos. Escribir como método para contarle a alguien que no está lo que ya no puedes decirle. Puede que 'Las ventajas de ser un marginado' tenga mayor o menor impacto dependiendo del estado emocional frente al que te enfrentes a ella pero lo que es innegable es que todos, ya sea hoy, ayer o mañana, nos hemos sentido solos en alguna ocasión, nos hemos enamorado, hemos sentido la plenitud de una amistad, nos hemos entusiasmado, hemos perdido, hemos ganado, hemos hecho de una canción algo personal e intransferible. Todos hemos sido héroes alguna vez. Y, sino, siempre hay tiempo para sentirse, durante un instante, infinito. Aunque sea en una sala de cine.