Ritmo trepidante.

Normalmente el cine francés suele dar preponderancia a la palabra sobre la acción. No es el caso de suegros de alquiler, en donde los gags visuales comienzan en la primera escena y no te sueltan hasta el final de la película. La risa está asegurada, ya que mezcla la brocha gorda con el fino pincel en situaciones del todo hilarantes. No deja de ser un vodevil, con un reparto coral, pero con personajes bien definidos y un guion trabajado. Es cine francés, pero también es industria de cine francés, algo que echamos es falta en otras cinematografías. A destacar la presencia de veteranos ilustres como George Corraface, recordado por La Pasión Turca y Un toque de canela. El tiempo pasa, pero el encanto permanece.