Ética entre ladrones
Sin spoilers
Mateo Gil se atreve con una segunda parte de, por ejemplo, Dos Hombres y un Destino, la celebérrima película dirigida por George Roy Hill en 1969 protagonizada por Paul Newman, Robert Redford y Katherine Ross. Digo por ejemplo porque Hollywood ha hecho un montón de películas sobre Butch Cassidy y Sundace Kid, seguramente un par de piojosos malolientes asaltabancos que gracias a la magia del cine tienen hoy un aura más mítica que Greta Garbo.
La historia comienza más de veinte años después del final de la anterior, en donde supuestamente ambos bandidos morían en Bolivia víctimas de un tiroteo.
Pues bien, parece ser que no mueren, permitiendo así esta segunda historia, que se centra en Butch Cassidy (Paul Newman en la de George Roy Hill), ahora un avejentado, solitario y digno criador de caballos que sueña con volver a su país hasta que interfiere como un garrotazo en su apacible vida de jubilado una nueva y forzada pareja de andanzas (aquí Robert Redford es sustituido por Eduardo Noriega).
Mateo Gil (y el guionista Miguel Barros) dibuja un Cassidy muy sólido para esta especie de western boliviano crepuscular. Cassidy, un espectacular Sam Shepard, envejecido, cascado, pero con una grandeza que para nada tenía el simpaticote personaje de Paul Newman, aparece transfigurado en una especie de Don Quijote del altiplano boliviano, con unos valores éticos y morales que llevados a las últimas consecuencias motivarán el desenlace de la historia. Y es que, como decía Jardiel Poncela, los ladrones, los viejos ladrones, somos gente honrada.
Eduardo Noriega, como el ingeniero español en el que los valores éticos y morales de los que hablábamos antes están bastante menos arraigados, queda eclipsado ante el papelazo que le han dado a su compañero de reparto, aunque también es cierto que por exigencias de la historia Noriega no puede mostrar todas sus cartas hasta el final.
Ya sea por esto, porque el inglés no es el idioma propio de Eduardo, o simplemente porque todavía le quedan muchos años y rodajes por delante, Noriega sale indemne a duras penas del aluvión interpretativo de un Sham Shepard gigantesco.
La relación entre ambos es el núcleo de la película, con leves interferencias del personaje de Etta, (muy bien interpretado por Katherine Ross en Dos Hombres y un Destino y aquí apenas esbozado por una tal Dominique Mcelligot, una actriz a la que parece que le han apretado el botón de la sonrisa perpetua. Al menos es guapa, menos mal). Como siempre sucede en historias de camaradería entre dos (ya sean policías, viajeros o jinetes), se parte de una casi letal desconfianza inicial hasta la amistad sin fisuras final (o eso parece en este caso). Aquí la diferencia de edad da a la relación un matiz paterno-filial definido a la perfección en la escena en la que el jinete viejo y curtido le cura las rozaduras en el trasero al "tierno" jinete pipiolo. Pocas veces un culo en el cine español había cobrado un efecto lírico semejante.
Película pausada, con muchos buenos momentos y escenas llenas de fuerza (la aparición en la cabaña de Cassidy de las dos mujeres indígenas es potentísima). Incluso se pueden ver guiños memorables al John Ford de "Los Tres Padrinos" en todas las secuencias de la persecución por el desierto de sal, en donde tiene lugar una de las mejores elipsis narrativas que yo he visto últimamente, de esas que te hacen recordar el mejor cine clásico. Al igual que en muchos western de Ford, aquí el paisaje se integra en la acción y viceversa. No sale el Monument Valley, pero el altiplano boliviano y los salares lo suplen a la perfección.
Un punto a favor de este Blackthorn sobre el Dos Hombres y un Destino de la que parte: Aquí no hay secuencias de Cassidy haciendo el ganso sobre ninguna bicicleta al son de ninguna empalagosa cancioncita hipermegahortera como aquella estúpida "Gotas de Agua caen sobre mi cabeza", detalle por el que la humanidad entera estará siempre en deuda con Mateo Gil.
Dos recomendaciones finales. Esta peli hay que verla en versión original. Aparte de que merece la pena escuchar el genuino acento yanki de la voz cavernosa de Sham Shepard enfrentado al inglés a lo cántabro de Eduardo Noriega en su personaje de ingeniero español que sabe inglés, en una película en la que se usan indistintamente dos lenguas (los personajes bolivianos hablan continuamente en español) deben quedar bastante incoherentes muchas secuencias si todos los individuos hablan artificialmente el mismo idioma. Añadamos a eso el que en la versión doblada ni siquiera Eduardo Noriega se dobla a si mismo.
La recomendación final: Por aquello de las escenas en las que la grandeza del paisaje tiene parte esencial en la acción, si se puede elegir, entrad en el cine con la pantalla más grande posible. Las escenas del desierto de sal lo agradecerán.
Estamos ante una hermosa película. Que nadie busque escenas de acción trepidantes, ni tiroteos a cámara lenta, aquí todo va con más calma. Un ejemplo muy digno de western español.
Críticas de los usuarios
joarpaes
Tiene un ritmo tranquilo que igual no gusta a todo el mundo, pero es una buena historia bien contada con buenas interpretaciones y la fotografia es realmente hermosa...no se puede pedir mas.Leer más
CESARCAESAR
Mateo Gil se atreve con una segunda parte de, por ejemplo, Dos Hombres y un Destino, la celebérrima película dirigida por George Roy Hill en 1969 protagonizada por Paul Newman, Robert Redford y Katherine Ross. Digo por ejemplo porque Hollywood ha hecho un montón de películas sobre Butch Cassidy y Sundace Kid, seguramente un par de piojosos malolientes ...Leer más