¿Un remake de Casablanca?

Dirigida por Steven Soderbergh, ese director que un buen día llegó a Cannes y se llevó la Palma de Oro por Sexo, mentiras y cintas de video, y cuya posterior filmografía podría limitarse (al menos, para mí) a Traffic y Oceans Eleven, nos llega El buen alemán, una original propuesta (o no) que trata de emular, en pleno siglo XXI, las películas al más puro cine negro en su vena más Bogartiana.

El buen alemán nos sitúa inmediatamente después de finalizar la IIª Guerra Mundial, momento en que la ciudad de Berlín se encuentra dividida en cuatro sectores (el británico, el ruso, el norteamericano y el francés) a la espera de la famosa reunión de Postdam, en la que Stalin, Churchill y Truman deben confeccionar el nuevo mapa de Europa. En este marco se nos presenta a Jake Geismar (George Clooney), corresponsal de guerra norteamericano que descubre que su chófer, Patrick Tully (Tobey 'a por ellos, tigre' Maguire), trata de sacar de Alemania a su amante, Lena Brandt (Cate Blanchett), a su vez antigua amante del propio Geismar. El problema surge cuando tanto rusos como americanos y británicos tratan de descubrir la suerte del supuestamente fallecido marido de Lena, Emil Brandt (Christian Oliver), científico del Tercer Reich.

Lo cierto es que El buen alemán tiene sus atractivos, más por su estética que por su propia trama, si bien ésta no deja de ser interesante, al menos sobre el papel: los personajes son bastante creíbles, aunque en algunas ocasiones pecan de ceñirse en demasía a los cánones -como en el caso de Tobey Maguire-, o simplemente no terminan de meterse en el papel hasta que ya se antoja demasiado tarde, como le sucede a Cate Blanchett, la cual se supone debiera ser una suerte de femme fatale manipuladora de hombres. Como decía, la trama no es ni extremadamente simple ni excesivamente rocambolesca, cosa que es de agradecer, pero jamás llega a engancharnos del todo, dejándonos la sensación de que hemos visto una película de dos horas largas, cuando en realidad apenas dura 90 minutos.

Y es que El buen alemán no llega a arrancar nunca. Ése es el problema.

Por otro lado, decir que la atmósfera de película de mediados del siglo XX está muy lograda, trabajada de un modo preciosista, aunque puede que unos actores desconocidos hubieran reforzado todavía más esa sensación; del mismo modo, la música, en líneas generales, también está muy lograda, pero los estridentes momentos de tensión me han recordado más a una película de monstruos de la Hammer que a una película de cine negro. Por último, añadir que los constantes guiños a Casablanca llegan a cansar, sobretodo en el calco de su secuencia final, y es que a veces parece que tanto Soderbergh como sus guionistas tan sólo han visto la película de Michael Curtiz, cuando el cine negro engloba mucho más que eso. En cambio, debo decir en su favor que El buen alemán carece de esa extrema inocencia de la que a veces parecen pecar los personajes de los años 30 y 40 (hablo como neófito en el género, que conste), y que tanto retrae a las nuevas generaciones, ya que no se sienten, lógicamente, reflejadas en sus personajes. En El buen alemán los aliados no son los buenos y los alemanes los malos (bueno, dejémoslo en que los rusos son los más taxativos), sino que todos traman y conspiran en su propio beneficio, urgando en los escombros de una ciudad arrasada por la guerra sin el menor escrúpulo.

Resumiendo: una curiosidad. Algo lenta, sin sobresaltos. A pesar de todo, jamás llega a cansar; al menos, no en exceso.