Una nueva impresión del terror

Los hechos basados en hechos reales no me motivan mucho para ver una película que se encuadra en el género de terror. Podrían contarse mil y una historias de terror, dependiendo de lo que entendamos por terror.

Pero después de diversas muestras de lo que James Wan entiende por terror- con la excepción de Saw- sí que me siento expectante a ver si es capaz de sorprenderme en cada película (que dirige, no que produce), y en después de enamorarme con Death Silence (la primera que ví de él), evocarme con la primera parte de The Conjuring, con ésta, "El caso Enfield", me rindo a sus pies.

Porque es un acierto la recreación de la familia Hodgson, deshecha tras el abando del padre de familia y sumida en la miseria ante una madre destrozada, Peggy, y sus cuatro hijos. Es otro acierto acercar al espectador a aquel barrio londinense del que puede sentirse hasta su humeda atmósfera. Y el mayor acierto que Janet Hodgson sea interpretado de forma excepcional por la precoz y desconocida Madison Wolfe, que le da fuerza, realismo y pavor.

Y mientras que la trama se centra en el acontecimiento que enmarca a esta malparada familia londinense, los Warren siguen en su disyuntiva de si sería oportuno continuar con su lucha contra las fuerzas del mal, tras haber tenido ella una revelación crucial durante los hechos de Amityville.

Esto es resultado de la pasión de un joven director que ha encontrado una fórmula para mezclar lo más oculto de lo que el ser humano estima como terrorífico, junto con un pequeño homenaje al cine de terror clásico, y hacer que incluso lo más retorcido pueda plasmarse con toques de realidad.

De nada sirve una película "basada en hechos reales" cuando no se logra revivir con toda la intensidad la trama que quieres relatar.