¿Mejor ladrón que policía?

A Mann, como a otras tantas personas a lo largo de los siglos, les fascina la transgresión de las leyes. Y más todavía cuando éstas no cumplen la función para la que fueron diseñadas: cuando las cosas van mal, la pobreza muerde a la sociedad, el dinero no existe, no hay trabajo, ni esperanza, ni ilusión ¿para qué sirven las leyes? Entonces parece lícito que surjan personajes como John Dillinger, el ladrón de bancos más famoso de la historia de la humanidad, elevado a la categoría de mito por un país destrozado por el crack de 1929 y que lo encumbraba como una especie de carismático Robin Hood, que robaba a los malvados banqueros que se esfumaban con los ahorros de toda una vida cuando llegaba la crisis. Vamos, que es mejor y más divertido ser ladrón ?disfrutando del dinero a manos llenas, haciendo justicia social (si es que eso existe?)- que policía (un funcionario aburrido y amargado, con un sueldo de mierda, hipoteca y trajes de rebajas). Eso es lo que ya sabíamos, y yo sinceramente esperaba algo más, algún aporte que arrojara más luz a la singular personalidad de Dillinger, pero lo que me he encontrado es ?otra vez- la misma recreación romántica del bandido de buen corazón. Vale, eso ya lo sabíamos pero ¿es que nadie se da cuenta, señores, que este hombre era sencillamente un ladrón sin escrúpulos, que no dudaba en darle dos tiros al más pintado que se interpusiera entre él y el botín que iba a buscar? Una vez dicho esto, también tengo que puntualizar que me apetecía muchísimo ver la interpretación de Mann a este particular mundillo, y ahí sí que no me ha decepcionado en absoluto: de la misma manera que en ?Collateral? ?rodada también en formato digital, más tarde hablaremos de cómo encaja dicho formato en las películas de gángsters?- este director viajaba a las motivaciones de un implacable sicario, en esta ocasión muestra los entresijos y vida de unos forajidos. Eso sí, forajidos con principios y con cierto glamour: con sus caros trajes a medida, sus sombreros, sus coches y con la Thompson en la mano, esquilmaban todo lo que podían. Es inevitable recordar en este film el mismo duelo interpretativo ?y dramático- que realizaron Al Pacino y Robert de Niro en la inolvidable ?Heat?; en esta ocasión Michael Mann traslada dicho enfrentamiento a Christian Bale y a un brillantísimo Johnny Depp, en el que quizás sea su interpretación más completa, comedida y certera de prácticamente toda su carrera. El film se narra con agilidad y pulso, y aunque muchos le hayan hecho ascos al formato digital, resulta irrelevante para contar la historia, que funciona a la perfección. Lo que sí me ha decepcionado bastante es la recreación de personajes, ya que ahora éstos no tiene aristas y parecen sacados de un film de Disney: los buenos (en este caso, los ladrones) son muy buenos y listos, y los malos (este caso, los policías) son muy malos y muy tontos. No se genera empatía alguna con unos biotipos tan maniqueos. Milius si que supo sacarle partido al personaje con su film ?Dillinger? (1973), aunque el esforzado Warren Oates no alcanza el atractivo de Depp. Sin duda, esperaba una cinta más redonda, de mayor consistencia, pero no obstante el film tiene momentos de gran lirismo y espectaculares tiroteos ?en la línea del famoso atraco en mitad de Los Angeles en ?Heat?- que en nada desmerecen a la mejor tradición del cine negro. Lo que quizás echemos en falta (a pesar de espectaculares diálogos ?véase: ?A la gente de aquí solo le importa de dónde viene la gente. A mí me importa donde va? (Dillinger) ?¿Y dónde vas tú?? (su novia) ?Donde me da la gana? (Dillinger)- que trufan momentos realmente memorables de un film que seguramente, será más valorado cuando pasen unos cuantos años.