Delicioso caos

En realidad debo confesar que me siento una "Judy Maxwell". Cuando me enamoro, siento que el mundo lo dejo patas arriba, para mí y la humanidad. A la misma vez, siento que no tengo un lugar donde sentirme que pertenezco y voy navegando mil aguas para determinar qué clase de persona soy y quisiera llegar a ser.

Claro que el cúmulo de circunstancias que se dan lugar alrededor de semejante y única mujer, Maxwell, hacen una delirante y destornillante comedia que recuerda a las pelis de los años treinta y en especial hace guiños a "La fiera de mi niña". Ella se siente atraída por él y hará lo posible por llamar su atención.

En el otro extremo del terremoto Maxwell está Howard Bannister, un simple musicólogo de provincia, cuyo único mundo es el estudio de la creación de Música a través de rocas prehistóricas y su compromiso con una mujer puritana y controladora, Eunice.

Y el lugar epicentro del torbellino surge en la preciosa e icónica San Francisco.

El dúo Maxwell-Bannister lidiarán con sus propios problemas envueltos en una confusión totalmente incidental debido a tener ambos el mismo maletín que un ladrón de secretos de Estado perseguido por un incansable funcionario y como el de una excéntrica mujer que lo lleva atestado de carísimas joyas deseadas por dos torpes secuaces de la mafia.

Y la mejor, más preparada y divertida persecución de la historia del cine tiene lugar sólo como Bogdanovich pudiera visualizarla.

Lúcida, Inteligente y un precioso homenaje al inmortal cine cómico de los años 30.