
Paletos y finolis
Sin spoilers
Siempre es de agradecer cuando se estrena una comedia francesa en nuestra cartelera, pues, al menos, esperamos de ella una buena ración de entretenimiento. Ni por un momento solemos imaginar que, un film así, pueda también estar cortado por un patrón de vodevil cutre americano. Lamentablemente, ese es el caso de Mi familia del norte.
La cinta nos presenta a Valentin: un diseñador exitoso, que lleva una vida perfecta en París. Pero todo parece irse al traste cuando aparece su familia (de la que se avergüenza profundamente) en una exposición suya, ya que la gente creía que todos sus parientes estaban muertos.
Dany Boon llegó a la cumbre en 2008 con la fantástica y descacharrante Bienvenidos al norte. Sin embargo, esta última década ha ido dando tumbos con una filmografía altamente irregular. Ahora, el guionista, actor y director ha vuelto a lo que parecía que mejor sabía hacer: humor con sus homenajes/burlas a la población del norte francés y su cerrado acento. En esta ocasión, se pierde casi toda la gracia al centrarse demasiado en la forma de hablar de sus extravagantes personajes, convirtiendo el doblaje y traducción de los diálogos en una misión prácticamente imposible. Los tres o cuatro gags que funcionan no enmascaran una estructura argumental mil veces vista, llevada con muy poco acierto y escasa diversión. No cabe duda de que nuestro amigo Boon ha vivido tiempos mejores.
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