Más de lo mismo
Sin spoilers
Dicen que aunque la mona se vista de seda, mona se queda, y eso es precisamente lo que le ocurre a La maldición de la flor dorada. La última película de Zhang Yimou sigue la cargante estela de sus últimos éxitos en taquilla, como La casa de las dagas voladoras o Hero, dejando ya atrás títulos más humildes aunque bastante más completos como ¡Vivir! o La linterna roja.
Basada en la tragedia contemporánea La tempestad, del escritor chino Cao Yu, La maldición de la flor dorada narra las intrigas palaciegas entre los miembros de la familia real durante la dinastía Tang, en el siglo X, que sembrarán la discordia y, finalmente, los condenarán a una inevitable destrucción.
Lo cierto es que ya la similitud del título de la obra original china con una de las más conocidas obras de Shakespeare da que sospechar, y es que la trama de La maldición de la flor dorada -al menos, eso retrata la película- no es sino una mezcla de Hamlet y Macbeth adaptada a la cultura asiática. Pero, por desgracia, ni Zhang Yimou (guionista además de director) es el dramaturgo del The Globe, ni Chow Yun-Fat ni Jay Chou son Lawrence Olivier (de hecho, ni siquiera son Kenneth Branagh, que tampoco es tanto pedir), por lo que La maldición de la flor dorada se queda en un excéntrico despilfarro de extras y presupuesto invertido en atrezzo. Como ya viene a ser habitual en el director, la trama queda supeditada al entorno, a una sucesión de ampulosos escenarios tan coloristas que terminan por irritar la vista y a unos combates coreografiados que ya no nos pueden resultar ni novedosos ni impactantes.
Además, la película transcurre lenta, lentísima, como si la trama jamás llegara a despegar del todo, y cuando lo hace, ya es demasiado tarde, pues llevamos un buen rato mirando la hora para calcular cuánto falta para que podamos volver a casa. Y es que ninguno de los actores es capaz de llevar la batuta del guión -salvo quizá Jay Chou-, con unas interpretaciones excesivamente nobles, distantes y carentes de toda mundandad, por lo que nos da absolutamente igual la suerte que pueda correr cualquiera de ellos. Ni las relaciones incestuosas, ni las traiciones, ni los suicidios ni los envenenamientos logran intensificar el supuesto drama en clave épica que estamos presenciando, acompañado siempre por una música operística que termina por resultar cargante.
Como remate final, y como si se quisiera enmendar la carencia de combates durante la mayor parte del metraje, el tramo final es una épica batalla entre dos ejércitos que no deja de recordarnos a la vista en el Abismo de Helm, en la segunda parte de El señor de los anillos, si bien termina por cansar con tantos brincos y tantos gritos al unísono, sobretodo después de haber asisitido a una hora y media anterior centrada en intrigas palaciegas.
Resumiendo: película lenta y distante, con la misma cansina pomposidad de Hero. Nada nuevo.
Críticas de los usuarios
goethemola
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