La red social
2010
6,5
La red social

Simulacros de amistad

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Crítica de 'La red social'

De stanley

17 Oct 2010

9,0

Sin spoilers

Debo comenzar entonando un pequeño "mea culpa" hacía esta estupenda película: en un artículo que escribí hace poco en un medio, expresaba mi profunda admiración por el cine de Fincher; a la par que perplejidad por la temática de su inminente nuevo trabajo: ¿una peli sobre los mocosos de Facebook? Obviamente lo hacía desde la óptica condicionada personal de mi rechazo frontal a las redes sociales (léase facebook, myspace, twitter y los cientos de emúlos que pululan por la red); y a todo el universo frívolo y superficial que nos rodea. Pero, tras visionar el film, no puedo sino quitarme el sombrero ante un trabajo impecable, preciso y serio.

Fincher, con el fabuloso guión de Aaron Sorkin, muestra el origen del fenómeno sociológico más contundente de la historia, paralelamente a las vidas de quienes lo consiguieron. Su mirada nos acerca al motivo antropológico, al leit motiv; o mejor aún: a una conducta inherente a todo ser humano ubicada en su ADN desde tiempos inmemoriales activada como un resorte: la red social es una tragedia griega moderna, una obra shaskespiriana de amores rotos, amistad, deslealtad, traición, ambición, soledad, ingenuidad, juventud...

Lo que comienza como un simple despecho de Mark Zuckerberg (el gran cerebro) hacia la imposibilidad de poder comunicarse con su chica de una forma normal y, frente al abandono de ésta; decide vengarse humillándola en internet, mientras monta una red de tintes misóginos en el entorno de la universidad de Harvard, que a la postre pone en evidencia lo precario de su sistema informático. No cabe duda que es un genio del medio.

Todo cuanto se sucede después, -que Fincher parece hacer fácil lo dificil-: tener al espectador más de dos horas atento a la pantalla como si de un thriller se tratase; con un montaje de escuela preciso y un elenco actoral solvente; es una carrera encarnizada por no perder el tren hacia la gloria.

Porque al igual que Aquiles, Alejandro Magno y tantos hombres jóvenes avanzados de su era, los protagonistas de la red social saben que éste es su momento en la historia. Aunque al principio los beneficios solo fuesen acostarse con chicas.

Los hechos se remontan a 2003, dando saltos para ir contando el desenlace casi en el tiempo presente. La creación de Facebook va de la mano con los juicios que reclaman a Zuckerber derechos de idea, dinero y demás, sobretodo por parte de su mejor amigo, los gemelos Winklevoss y Divya Narendra.

El poso trágico del protagonista es una absoluta soledad, una condena al ostracismo por parte de los demás; y el vía crucis del genio incomprendido, introvertido, sarcástico y a ratos cruel. Qué paradoja de aquél que inventó una página para acercar a las personas del mundo, incapaz de poder salvar al único amigo que tuvo: Eduardo Saverin, el mecenas económico al principio y co-fundador de la red, que es sin lugar a dudas el gran perdedor (aunque haya recibido una compensación millonaria y su nombre aparezca de nuevo en la cabecera). Y de por medio el diablo tentador cargado de oro: Sean Parker, brillante, mezquino, ambicioso, visionario y también peligroso e imprevisible.

La red social es un manifiesto abierto de la frialdad de una sociedad instalada en la desidia, aglutinada en urbes en donde los individuos vagan sin mirar a quienes tienen a su alrededor, pero que en la oscuridad de una habitación, frente a una pantalla, envía un mensaje de amistad quizá a la persona que ignoró esta mañana sentado junto a él en el metro. Fincher plasma de una tacada la primera década del siglo XXI, en sus tendencias, hábitos, modas y comportamientos. Destapa el secreto a voces de un INTERNET ya instalado en el colectivo a nivel mundial, como lo fue el teléfono móvil.

La información ha sido, es, y será, el arma más poderosa para el control de las masas. Obama es un ejemplo del político moderno que aprovechó tal tecnología y sus redes sociales para meterse en el bolsillo a millones de personas y ganar unas elecciones. Los jóvenes ven en la red una posibilidad de triunfo, bien sea para una empresa personal, ligar o llamar la atención en su momento de fama efímera.

No poseo ninguna red social, las detesto. Pienso que mi vida y privacidad es un bien preciado sólo mío. Lo que hago, con quien me acuesto, a quien voté , donde me voy de viaje; mis gustos o lo que sea, pertenecen a un servidor, no son de dominio público en ningún muro. La gente (sobretodo los adolescentes) no saben el terrible daño que todo esto está provocando en el mundo "globalizado". Vivimos tiempos de realities shows televisivos, campañas agresivas de marketing publicitario, exaltación de lo bello y joven como válido para ser feliz; y, creando hombres y mujeres hologramas de sí mismos que viven simulacros de amistad.

Y hete aquí con mi espada de Damocles: no puedo ser hipócrita al decir, que sin poseer nada de eso, no utilice la fabulosa herramienta de internet que es, para escribir y comunicarme con vosotros a través de esta página. O presentar mis trabajos profesionales al mundo desde una web.

Fincher construye una metáfora moderna sin glamour, con su habitual virtuosismo visual al servicio de la historia, e igual que en Zodiac, hacer de lo cotidiano y mundano, algo absorbente que se clava cuán astilla en la mente del espectador. Sirva de ejemplo el fabuloso plano final de la película que funciona como catarsis de todo lo contado, en un mundo, que parece no querer pararse un instante a contemplar y, que deviene otra inquietante pregunta: ¿Qué será lo próximo?

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