
Glorioso Tarantino
Sin spoilers
Más que un estreno, un acontecimiento. Más que curiosidad, obligación. Más que interés, expectación. Más que un cineasta, Tarantino. No importa el tiempo que lleve alejado de la cartelera, los resultados artísticos de su última película o el género en el que decida meter la cabeza de nuevo, cuando Quentin regresa a la ciudad, toca ponerse alerta. Porque estamos ante uno de los elegidos, uno de los autores con mayúsculas de las últimas décadas, el tipo que mejor ha sabido unir, mezclar, estrujar y moldear mil y una influencias que marcaron una educación cinematográfica que madura paso a paso. Cientos de voces, imágenes y sonidos diferentes que terminan convertidos en esencia tarantiniana. Méritos indiscutibles para un creador que ha sabido conectar con un público que acude en masa a disfrutar de su último festín de sangre, vísceras, diálogos trepidantes y explosiones de violencia descontroladas que resuenan en forma de carcajada. Su nuevo trabajo, 'Los odiosos ocho', no es una excepción y supone toda una fiesta para sus fieles. Y para los que nunca lo han sido. El octavo trabajo de su carrera, regresa al western, uno de los referentes comunes en todas sus películas, para elevar el listón dejado por su anterior incursión en el género, la notable 'Django desencadenado', apostando por el misterio por encima de los duelos al sol. Tarantino, en esta ocasión, abraza a Agatha Christie con Sergio Leone provocando que los diálogos sean los auténticos protagonistas de una trama teatral en cuerpo y forma en el que nadie es lo que parece y las miradas y gestos suman tanto como los balazos. Ocho personajes y dos únicos escenarios, una diligencia y una posada, es lo que necesita Tarantino para imponer un ritmo de paso lento pero seguro, crear una intriga de interés constante y demostrar, una vez más, que no hay nadie mejor a la hora de construir personalidades a través de la frase certera, el insulto medido, el grito apropiado.
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