Competente pero poco original

El terror español se encuentra en buena forma y 'Malasaña 32' es un buen ejemplo de ello. La película de Albert Pintó es uno de los primeros proyectos para el cine de Bambú Producciones, responsable de éxitos televisivos como 'Velvet' o 'Las chicas del cable'. Y lo cierto es que con ella demuestran que, al igual que saben exactamente lo que gusta al público de sus series, tienen tanto ojo para detectar lo que funciona en el terror y ponerlo en práctica.

La película sigue al pie de la letra el manual de las películas de posesiones y casas encantadas en un cuento de terror con trazas de drama familiar que recuerda (demasiado) a 'Poltergeist', 'Amytiville' o las recientes 'Insidious' y 'Expediente Warren'. No se deja ni un cliché: el sótano tenebroso, las luces parpadeantes, los aparatos que se encienden solos, la mecedora encantada, la médium, el niño que habla con los fantasmas, la presencia demoníaca con pasado traumático (una Niña Medeiros 2.0)... Pero los recicla adaptándolos a nuestra propia realidad social y cultural, lo cual da un resultado cuanto menos curioso.

Sí, la originalidad brilla por su ausencia y la película es más una guía de "cómo construir una película de terror" que otra cosa, pero Pintó sabe compensarlo con una fantástica ambientación que reproduce el Madrid de los 70 con acierto, un reparto solvente (con un cameo sorprendente), sustos elaborados, buen ritmo y un excelente manejo de la tensión. Su más que notable ejecución suple sus carencias narrativas, que salen a la luz durante el tramo final, en el que, como ocurre a menudo, el guion se empeña en sobreexeplicar el desenlace.

Si bien es cierto que la película acaba perdiéndose en un final confuso y enrevesado que da demasiadas vueltas para acabar encontrando la manera más simple de resolver el conflicto, por lo general, 'Malasaña 32' cumple su cometido: entretener y asustar.