Bastardamente insustancial

Siempre me han gustado los productos honestos; cuando uno va al cine y le presentan una película con unas determinadas características, lo peor es no encontrarse con lo que le prometen. En esta ocasión, lo que ?se vende? con este film está. El problema es que al ser claramente un producto de estudio para uso y consumo masivo, está calcado de varios éxitos comerciales anteriores, como en una especie de bastardía correlativa, que bebe de lo ?presuntamente- mejor de todo lo anterior. Si cogemos el ?Jo, qué noche? de Scorsese, ?Mentiras Arriesgadas? de James Cameron, ?Cita a Ciegas? de Blake Edwards, y todo el batiburrillo de comedietas románticas para cuarentones, tenemos este film, mezcolanza extraña de todo ello y que a la postre, intenta tener una insustancial vocación de desmadre, que finalmente no consigue. Es cierto que el innegable talento para la comedia de Steve Carell está presente en cada una de las secuencias, y a base de muecas y situaciones cada vez más esperpénticas, hay momentos que tienen bastante gracia, pero el cómputo general resulta insuficiente, por lo conservador de la propuesta y la moralina final. Un matrimonio de cuarentones cuya vida en común ha entrado en una rutina bastante tediosa decide tomarse una noche libre? de sí mismos. Espoleados por la reciente separación de unos amigos, apuestan por hacer cosas inesperadas, divertidas e incluso escandalosas, comenzando por suplantar una pareja en un restaurante de superlujo para poder acceder a la reserva. Claro que eso le origina uno de los mayores problemas de sus vidas al implicarse con un oscuro caso de chantaje a un peligrosísimo mafioso.

Si, es cierto que el planteamiento resulta descacharrante y divertido, pero paulatinamente se ve el miedo de los ejecutivos en hacer un producto eminentemente familiar, políticamente correcto, de un humor excesivamente ?blanco? y carente de retintín. Un humor insustancial, exento de retranca y, a la postre, realmente insípido. Es una lástima que con un material con el que se podía haber estirado mucho más argumentalmente, se haya tomado solamente la punta del iceberg para realizar este producto comercial insulso, destinado a olvido a los pocos minutos de finalizar la proyección, sin más vocación que la de un pasatiempo más digno de una sesión de tarde en cualquier televisión generalista, que la de una película con cierta imaginación. Solo hay que recordar la cara desquiciada de Bruce Willis al ver cómo su vida se va al traste por los vapores etílicos de Kim Basinger en ?Cita a ciegas? o cómo la ordenada vida del programador de ordenadores protagonista de ?Jo, qué noche? se acerca al filo del abismo, y pasando de ser completamente aburrida a ser una prolongación de ?El fugitivo?. ¿Por qué en el cine ya no se apuesta por el espectáculo único, original, insólito y artístico? Si la respuesta es la rentabilidad, creo que están manifiestamente equivocados, ya que la pírrica recuperación de la inversión en películas de esta índole termina por hastiar al espectador, llegando a preferir cualquier producto televisivo menor a tener que desplazarse a un cine, comprar la entrada, las chucherías y pagar el aparcamiento? para encontrarse en la pantalla con más o menos lo mismo.