Lo más eléctrico de 'Ricki' es el enchufe de Mamie Gummer

Meryl Streep es probablemente la mejor actriz que podamos encontrar hoy en día, aunque algunas de sus elecciones laborales sean bastante cuestionables. Ricki, a priori, no debería ser una de ellas porque en papel es el personaje perfecto para volver a entrar en la quiniela de los Oscar: madre rockera pasada de rosca que abandonó a su familia para cumplir su carrera musical soñada pero que acaba actuando en un pub de mala muerte y trabajando de cajera en un supermercado.

En la práctica, la película acaba siendo un quiero y no puedo. Bastante entretenida, eso sí, pero que no pasa de típica película agradable familiar de sobremesa de fin de semana en Antena 3.

Primero, porque sí, Meryl Streep canta bien, pero no es cantante. Querer convertir 'Ricki' en un musical acaba empalagando demasiado por mucho mensaje que se intente transmitir en las letras. Segundo porque el filme apenas profundiza en las confusas personalidades de los personajes. Diablo Cody firma un guión tremendamente superficial para una historia que podría haber dado mucho más de sí.

Mención especial merece, por supuesto, la participación de la hija de Streep, Mamie Gummer, como hija ficcionada. Hay momentos en los que da la sensación que la película está más para Mamie se luzca y hasta parece que Streep intenta no eclipsar a su hija cuando comparten escenas juntas. El personaje de Mamie es, junto al de su madre, el que más aristas intenta mostrar a lo largo del metraje, sobre todo si lo comparamos con la superficialidad -y ultra topicidad- extrema de los dos hermanos. Uno gay, por supuesto.

Dicho esto, tanto madre como hija podrían haberse lucido muchísimo más en una película que, por no tener, ni siquiera tiene ese punto de maldad del que el personaje de Ricki en teoría presume. Si no fuera por Meryl Streep sería una película totalmente olvidable. Gracias a ella, un telefilme entretenidillo.