
Un padre en apuros
Sin spoilers
Con la cartelera medianamente estabilizada después de una temporada estival sombría para el cine, Mel Gibson aterrizaba en nuestras salas intentando reinventarse. Y, a pesar del título de la película y de los prejuicios que se puedan tener, el entretenimiento prima y es justo darle una oportunidad al hombre.
El film sigue a Lydia: una adolescente que se ve obligada a disparar a su novio traficante y huir para salvar la vida. Sin embargo, la banda de su antigua pareja la persigue, y tendrá que pedir ayuda a su camorrista padre para quitarse el problema de encima.
Mel Gibson vuelve a lo que mejor sabe hacer frente a la cámara, tras los extrañísimos intentos que supusieron sus pretendidas cintas de acción modernas, véase Al límite (2010) y Vacaciones en el infierno (2012). La belleza y simpleza de Blood Father es que es un thriller sucio, sin ninguna épica; capaz de ser consciente de que la Serie B no es mala si se asume que se va a consumir rápido y se va a olvidar aún más deprisa. La película es un divertimento que comienza con sosiego, y va de menos a más hasta alcanzar un tramo final de gran intensidad, con un Gibson desatado. Tras un verano de blockbusters chapuceros, necesitábamos algo así para levantarnos el ánimo. Mel y su barba lo han conseguido de nuevo.
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