
Almas sin remedio
Sin spoilers
El Faro es un auténtico disfrute cinematográfico, una majadería brillantemente construida y una prueba irrefutable del talento de un director. Robert Eggers, con su segunda película, da prueba de una visión e intenciones clarísimas a la hora de crear una atmósfera única. El mundo en el que nos sumerge The Lighthouse es de reducido tamaño, pero está repleto de textura y emoción, manifestadas tanto por sus imágenes como por un espectacular duelo interpretativo.
La obra que nos ocupa no será del gusto de todos y eso es algo perfectamente comprensible. Quizás haya quien encuentre extraña esta historia sobre la soledad, la represión y la culpa con ecos mitológicos. Pero yo he recibido con los brazos abiertos este descenso a los infiernos tan sucio, enigmático y sobrecogedor. Estás de enhorabuena si conectas con las historias de dobles sentidos y oníricas imágenes. Cada ruido y plano que ocupan el metraje parecen propios de un clásico, no uno que hayamos visto ya, sino uno nuevo y palpitante.
Pero es indiscutible que El Faro no tendría el mismo impacto sin la fuerza descomunal de sus dos protagonistas. Es una maravilla ver a Willem Dafoe comiéndose la pantalla y disfrutándolo de lo lindo, en un papel tan inquietante como magnético. Encuentra un perfecto contrapeso en Robert Pattinson, quien continúa dejándose la piel para consolidarse como uno de los actores más interesantes de la actualidad. Verles en una continua lucha de poder, confesándose sus penas y retándose a beber hasta perder la razón es un regalo irremplazable de Puro Cine.
Jarin Blaschke ha sido nominado al Oscar por su impecable labor en Fotografía, ¡Menos mal! Si bien es cierto que este género lo tiene siempre más complicado en el circuito de premios de Hollywood, alegra ver este merecido reconocimiento. Uno que por supuesto se queda muy corto cuando estamos hablando del que en mi opinión es uno de los guiones más arriesgados del pasado año, llevado a la vida con un talento actoral a reverenciar y una dirección artística tan cautivadora como una historia de marineros.
No llamaría a El Faro una película de Terror. Y no lo digo solo por el descabellado sentido del humor con el que Eggers acompasa la historia, sino porque es mucho más. Estamos ante una obra que se dejará ver en repetidas ocasiones y descifraremos de muchas formas. Una película tan bizarra como ambigua, tan repugnante como elegante y tan asfixiante como divertida no es una película, es un peliculón.
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