Hay un amigo en mí.

Y en todos. Lo que pasa es que muchas veces preferimos no sacarlo a la luz y adoptar una postura más fría y desagradable, fruto de cosas tan ordinarias y frívolas como el orgullo, la ambición o mera pose, una máscara que adoptamos por un temor a no sé exactamente qué, creo que a ser nosotros mismos, pues lo que 'mola' es la desidia y la formalidad exacerbada que viene a desembocar en desprecio sin venir muchas veces a cuento. Por lo que muchas veces películas como 'Toy Story 2' suponen un agradable oasis que sirven para evadirse un rato de las tonterías que acaban conformando un panorama desagradable que muchas veces estamos acostumbrados a ver en la vida real y pensar que en efecto a veces la manera más correcta de ser es la de estos peculiares juguetes animados, sin ofender a nadie y siempre siendo agradable los unos con los otros. Propone el respeto frente a la amoralidad, el cariño frente a la lujuria y el compañerismo desinteresado frente al egoísmo en un mundo donde no existe ni la ambición ni el dolor.

Por eso, esta cinta invita a hacer una agradable reflexión, de la que bien dentro de pocos minutos es posible que no quede ni rastro y que es utópica, hecho que para comprobarlo no hay más que salir a la calle, pero que al menos si logra que muestres una cara amable a alguien con una amena sonrisa de sinceridad habrá conseguido en su última instancia un propósito que bien no era el fin pero que sin duda se puede considerar como un bien colateral.

Cinematográficamente hablando este no es mi tipo de cine, está clarísimo, pero eso no quita que esta simpática película me hay conseguido arrancar sonrisas y sentir cosas agradables.

Gracias.