Dos titanes de la interpretación

No estamos delante de "la película" española del año, eso está claro. Además, para gustos los colores. Sin embargo, el guión de la cinta, que lo firma Cesc Gay junto a su colaborador Tomàs Aragay, sí es uno de los ejercicios más logrados en tiempo.

Tratar un tema, (muy recurrente, por cierto), como es el cáncer, y que consiga despertar alguna carcajada, por tímida que sea, pero, sin perder ese sentimiento de emoción y a veces desolación, es digno de reconocimiento.

Además del texto, son los actores quienes destacan, pues todo lo técnico relacionado con la película, es bastante normalito. Javier Cámara y Ricardo Darín demuestran ser dos titanes de la interpretación, respetándose y sabiendo el lugar que ocupa cada uno en pantalla. Han formado el dúo (trío si contamos al perro que ahora todos queremos tener en casa) perfecto. Un binomio en el que no podría faltar ninguno de los dos, pues entonces nos quedaríamos a medias. El argentino sabe muy bien cómo mezclar la comicidad con la ternura, y Cámara habla con la mirada.

También los cameos, como el personaje interpretado por Dolores Fonzi son recibidos de buena manera por parte del espectador.

Si hay que sacar "peros", que los tiene, a parte de una técnica bastante plana, y un montaje que parece que a veces pretende sacarnos de la historia (aunque no lo consigue, también es cierto, pero no entiendo esa nominación al Goya), hay escenas (spoiler) que perfectamente podrían haberse suprimido, o haberse tratado de forma más delicada, como el encuentro entre los personajes de Cámara o Fonzi. Tampoco entiendo qué se nos pretende contar del personaje del primero con los tatuajes de su cuerpo, a mi gusto son más "pegote" que información acerca de él.