Una historia de fe para los que creen y para los que no

Me ha sorprendido mucho. Y no por su apabullante calidad visual, que era lo que cabía esperar. La Vida de Pi ha superado mis expectativas por el mensaje que transmite y el modo en el que lo hace.

Lo primero que nos llamó la atención al ver el primer trailer eran las asombrosas imágenes de las que presumía. Una utilización magistral del ordenador para traspasar a la gran pantalla una novela aparentemente inadaptable. Sólo hay que estar enterado de la carrera por el Oscar que ésta y El Hobbit han llevado a cabo este año para darse cuenta de que ambas son un hito en la historia de los efectos digitales. La que aquí tratamos ha sido la vencedora finalmente (de manera contraria para un servidor, pero no injusta). Y es eso, pues, su apartado técnico, el que podía animarnos a acudir a las salas de cine si no se conocía la novela con anterioridad. La sorpresa es que, una vez finalizado el film, no se habla del hiperrealismo de su CGI, sino de su increíble historia y su inspiradora metáfora.

Ang Lee ha recibido también una estatuilla dorada por su labor como director, y no puedo estar más de acuerdo con ello. Los demás candidatos podían ser igual de merecedores, pero no escribo esto para hablar de ellos sino de la azaña de Lee para recrear un argumento tan complejo de ejecutar.

Es un director veterano, con varias obras ampliamente reconocidas a su espalda, pero con La Vida de Pi ha demostrado que puede seguir fascinando y descubriendo su talento. Lee no sólo tiene el deber de imaginar esta historia llena de computerización, sino también de centrar su dirección, su enfoque, en los personajes alrededor de la que gira, y a la vez, de crear una experiencia 3D que enriquezca la aventura. No he tenido la ocasión de disfrutar de ese 3D, pero viendo las excelentes críticas del resultado estoy seguro de que Ang Lee cumplió con creces el cometido.

Así pues, el director acierta en la diana para mostrarnos un mundo bello, casi onírico, y a la vez inundarnos con las emociones y los actos de los protagonistas.

Es terriblemente complejo, no sólo para el joven actor el interactuar con animales imaginarios, sino también para los técnicos y para el director el recrear y filmar toda una interacción de varios animales, el humano, y los medios que les rodean... del mismo modo que las palabras del libro lo expresaban desde la mente del autor. Se consigue que esos animales y sus comportamientos funcionen a través del hilo que reclama la historia y a la vez resulten fácilmente reales o posibles. La maestría de Ang Lee, la solided de Suraj Sharma, y el genio de los técnicos de efectos digitales se juntan para dar lugar a las imágenes que La Vida de Pi merecía.

Y como he dicho antes, aunque lo visual nos deja con la boca abierta, es la metáfora de La Vida de Pi lo que nos llega dentro, nos hace pensar, y -en mi caso y en muchos otros- lo que nos saca una sonrisa.

Aquí el que os habla es un empedernido ateo (o agnóstico, si es que eso lo consideráis más acertado). No creo en Dios, porque creo en la ciencia, y creo que la existencia de una divinidad es algo que la humanidad ha necesitado inventar desde los primeros años de nuestra historia para responder cosas cuyas explicaciones no somos capaces de entender. Y durante la película, observando ese aparente mensaje religioso por el que parecía ir encaminada, mi gesto se torcía y dudaba de si iba a ver un intento de doctrina sobre la existencia de un dios. Si eso hubiera sido así La Vida de Pi no tendría mi 8, sino mi 5... probablemente. Pero no es así. Nos sumergimos en la fe ciega de Pi, pero no se nos trata de adoctrinar. De hecho, se nos alienta a que pensemos por nosotros mismos y a que saquemos nuestra conclusiones. Eso es lo que me ha encantado del film. Su final no es fijo, y atiende a interpretaciones. Cada uno es libre de sacar de ella el mensaje que uno quiere, y de descubrir en uno mismo lo que queramos o no queramos descubrir.

La Vida de Pi es un fantástico viaje visual y emocional. Es un hito en la historia de los efectos digitales y maravilla a todos gracias a eso. Y su historia, proveniente de la novela best-seller homónima, será recordada sea cual sea el medio por el que la experimentemos. Ang Lee la ha llevado al cine y ha acertado con ello. Nos muestra el amor, la reflexión personal, la amistad, la naturaleza y la fe. Nos invita a pensar sobre lo que somos y a descubrir nuestras propias creencias. Por todo ello, La Vida de Pi se merece un bonito lugar en la memoria y larga carrera del Cine.

PD: Elijo la historia con animales. ¿Pero significa eso que en realidad creo en Dios o tengo fe? Puede que esta fórmula encaje así en otras personas, pero en mi caso diría que es distinto. Diría que elegir esa historia es desear que todo fuera mejor, más esperanzador y justo. Y creo que sólo se trata de los sueños que tengo, no de la fe. Creo que en los sueños hay un hueco para lo imposible y lo que no es real... y a mi me encanta soñar.