
"Lost" in the air
Sin spoilers
El fim de Sofía Coppola, con un Bill Murray siempre hilarante y que no le cuesta nada ser eso, Bill Murray, sirve en cierto modo de catársis y, porque no decirlo, empatía con el film de Reitman.
Clooney no es Murray, aunque tenga una buena dosis de vis cómica, pero le sientan infinitamente mejor los trajes que a éste (Dios, que bien le quedan todos al puñetero), y se toma en serio a sí mismo, cosa que a Murray le daba bastante igual. ¿y para qué en un mundo de locos?
Lost in traslation, servía como pequeño ensayo sobre la soledad, incomunicación, lo vacuo, la perdida de cierta inocencia, lo mundano, el anhelo; sin entrar en la cotas de tedio y presunción de Isabel Coixet en sus más recientes films, intentos de emulo del bueno de Wong Kar Wai; para desnudarnos a dos seres humanos de supuestos mundos opuestos y divergentes, para llegar a uno convergente en donde cualquier cosa pudiese ser posible: incluido el amor.
Up in the air lleva implícito parte de ese trasfondo, inclusive muestra orgullosa su insignia de "cine indie", como si en ello agitasen un pañuelo diciendo: "ei somos inteligentes, no nos mueve el dinero como a otros". Pero es falso. De entrada el reparto es de primera, los medios también, y el presupuesto dista de ser lo que un servidor entiende por "barato". Aquí, en España, con esos millones te hacen otro Ágora o dos Celda 211.Amén de la campaña de publicidad que llevan semejantes productos "indie", que unido a sus números de copias te acabas enterando tanto o igual que si se tratase de un Avatar.
Pero, dejando al margen ésas cuestiones, el producto no deja de ser notable en un amplio sentido. No es perfecta, no.Pudiera haber sido, sobretodo por una segunda mitad inferior.
Particularmente, uno se queda con todas las tribulaciones del bueno de Clooney y su agitada vida laboral, que en definitiva es lo más interesante/estimulante del film. Porque ahí reside la tesis de Reitman: la pérdida de honestidad y humanidad del individuo social, reflejado en sus alter ego: las corporaciones y multinacionales que dominan su entorno. Ésas que necesitan de un tipo de sonrisa encantadora y porte elegante, sin ningún pudor en defenestrar cabezas, tras el que poder parapetarse -que juega en su bando-, para hacer sus tareas sucias, en este caso: despachar a aquéllos que ya no les son rentables, aunque hayan dedicado su vida a la misma.
En plena vorágine que supone el varapalo que el mundo se ha llevado, gracias en parte, a todos esos "lobbies" en las sombras que especularon con él y, por ende, nosotros estamos pagando sus consecuencias ante tal falta de escrúpulos (y que sigue siendo una vergüenza que nadie haya pagado por ello o que ningún canalla de éstos estén en prisión); el film de Reitman es vigoroso en la praxis con forma de historias personales y sus protagonistas, en la sucesión de despidos y entrevistas con las reacciones de cada individuo ante ello, que se extrapola a la butaca del espectador, tornándose demasiado veraz e incómodo (sobretodo cuando reparten las carpetas de reubicación laboral, que tanto apesta a oficina del Inem patrio).
Reitman articula su muñeco Clooney como prototipo burócrata de los cielos, satisfecho cuan enterrador con su vida asegurada (o casi), desprovista de compromisos, esclava de las estadísticas y arquetipos del ejecutivo alto americano, que tanto huele ya al otro lado del charco.
El director toca las teclas del caballo ganador con las que apostó en Juno, para llevarnos al terreno de lo plausible, sobretodo en ésa segunda parte ciertamente chirriante, donde como debe ser por norma en todos éstos films, su protagonista es llevado a roles con tufillo redentor y exorcismos personales varios, con el fin de levantar la sonrisa cómplice del que pagó su entrada. Aderezado con la consiguiente música. Y, que por suerte, remonta el vuelo en sus diez minutos finales que lo devuelven a la elipse del principio.
Soberbia es la primera hora de montaje, empezando por la distracción de sus créditos (algo que parece ser, otros los tienen olvidados), así como el elenco actoral al completo; la subtrama con la historia que protagoniza Vera Farmiga -némesis fémina de Clooney-, (con sorpresa incluida); los momentos como el de J.K. Simmons o la estúpida metáfora de la mochila y la autosuperación vista por ejemplo en Magnolia o Pequeña Miss Sunshine, que hacen que el conjunto sea ciertamente notable y recomendable, excepto en un detalle importante para mi: jamás tendría el trabajo de Clooney ni por toda la pasta, debido a mi miedo a volar, y solo verle el tute que llevaba, me daban mareos en la sala.
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