Zapatos de fuego, sandalias de viento

Existe un libro titulado como el encabezamiento de esta crítica: Zapatos de fuego y sandalias de viento, escrito allá por 1987, por la alemana Ursula Wölfel. En él, se narra las aventuras de un niño gordito que es objeto de burlas y vejaciones por parte de sus compañeros de colegio, y que está insatisfecho con su vida y el ambiente que le rodea. Su padre, un honesto zapatero de llamativa imaginación, cuenta historias fantásticas y divertidas para consolar a su desubicado retoño. El día de su cumpleaños, le regala una mochila y unos zapatos rojos. Con esa equipación, su padre, le propone en las vacaciones recorrer el país.

Al ver Up, me vino inexorablemente a la mente éste recomendable libro. Porque Russell, se asemeja mucho a ese niño gordito de buen corazón, que desea vivir emociones.

Up es, sin lugar a dudas, una de las mejores películas que he visto en este 2009 que toca ya a su fin y, posiblemente, una de las más estimulantes. Al margen de su perfeccionismo técnico que hace que te olvides que se trata de animación -¡y qué animación!-, su secreto, radica en una combinación perfecta de elementos: drama, épica, humor, divertimento, creatividad, honestidad, alma...si,si, alma, de la que carecen muchos productos de actores reales. Pixar alcanza una madurez total en este universo volador, y dota a Up de una energía rejuvenecedora a la par que didáctica, en catarsis continua con el espectador.

Desde el primer fotograma, uno tiene la intuición que van a contarle algo distinto y, todo su prólogo, no es sino el súmmun de un lenguaje, que no siendo novedoso, hace que recordemos que hubo un tiempo donde un señor llamado Chaplin, provocaba emociones sin emitir ni un sonido. Esos primeros minutos debieran ser recomendados a todos aquéllos que deseen saber de cine.

De ese conflicto inicial, en el cual, la casa voladora escapista, no es sino la metáfora de una sociedad que asfixia a los individuos, y que éstos deben tomar decisiones drásticas o seguir al rebaño; a la consecución de las fantasías inconclusas de la infancia, no son más que el reflejo de la continua búsqueda de la felicidad o en su defecto, sus efímeros instantes.

Carl, esa suerte de Spencer Tracy con pixeles, es quizá el personaje más entrañable de los últimos tiempos en la palestra cinematográfica, sin el cual, el film no tendría razón de ser, porque, en él, anidan el hombre sabio, el viudo triste, el corazón honrado, el aventurero fiel y el niño dormido que todos llevamos dentro.

La película es un carrusel de emociones, y el espectador, viaja en él a la par que los personajes. Quedarse con un momento sería cruel, porque la película en sí, es todo un momento. Plagada de detalles y situaciones sin tregua. El tempo narrativo, la música, el pájaro de colores y los perros parlantes, el guión...; adornan una experiencia que nadie debiera perderse. Up plantea una gran incertidumbre: la extraña y fina línea que separa si es un film para niños o sus padres, o quizá no seamos conscientes, que es universal, como la vida misma.